Marianito Potter y el golpe filosofal

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08 sep 2017 / 20:35 h - Actualizado: 08 sep 2017 / 20:36 h.
"Mariano Rajoy","Carles Puigdemont"

Mientras Puigdemort –el que no debe ser votado (¿o era peinado?)– y sus mortífagos y dementores desmantelan a golpe de abracadabras la Constitución, el Estatuto, el Reglamento del Parlamento de Cataluña, los dictámenes garantistas, el catecismo, la cartilla, el calendario zaragozano, el álbum de la liga, el prospecto de la aspirina y cualquier otra obra impresa, suelta, cosida o grapada sospechosa de querer arrojar luz sobre sus viscosas tinieblas, en el Ministerio de la Magia se sonríen por lo bajini. «Eshtá todo controlado, je, je», dicen, con esa chispa inconmensurable que tienen y esa socarronería que tan gloriosos momentos ha dado a la nación. «Eshtén tranquilosh. Reshishtiremosh con firmeza e impediremosh shush deshmanesh con todosh losh mediosh al alcance, sea lo que sea lo que esho shignifique, je, je», prometen, guiñando un ojo. Lo que pasa es que nadie le ha dicho a Marianito Potter que no tiene ni puta idea de magia. «Marianito, hijo, ¡un conjuro!», le urge la gente y lo conminan los editoriales del diario El Profeta, y él menea así la varita cuando nadie mira y le sale un elefante rosa, una morcilla de Burgos, un libro de Paulo Coelho, una armónica o un hula-hoop. «¡Eshpaña protego!», exclama, describiendo un remolino con su palito de madera de alcornoque, y allí aparece de la nada un burladero de la Maestranza. Porque Marianito no fue a las clases de Pócimas y Hechizos, entretenido como estaba en la redacción de su obra cumbre, El Gobierno entendido como planta adormidera, un tochaco de dos mil setecientas páginas –al que él, metafóricamente, se refiere como el pesho de la ley– que también fue hecho cenizas la otra noche en Hogwarts. Pero bueno, siempre nos quedará el quidditch. Marianito, está claro que lo tuyo es la escoba.