Max

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20 jun 2018 / 18:08 h - Actualizado: 20 jun 2018 / 23:01 h.

Escribir el guion y dirigir una gala de entrega de premios debe ser la pesadilla que todo autor o director sueña en las noches de digestión pesada. Cómo poner orden en que más de dos decenas de personas salgan a un escenario a recibir un premio y que el público (en directo o por la televisión) no piense que mejor podían estar haciendo otra cosa o cambien de canal. Incluso la más grande de todas ellas: los Oscar, tienen años que son realmente insoportables y especialmente tediosas. O tiene que acudir a los estereotipos más vistos: los grandes actores en la senectud de sus vidas que salen a entregar un premio. Eso sí, siempre se corre el peligro de que se equivoquen y tengan una metedura de pata de ámbito universal.

Todos esto inconvenientes, y muchos miles más, fueron salvados el otro día en los premios MAX por un conjunto de intérpretes andaluces que, bajo la dirección de otro andaluz Alfonso Zurro, alcanzaron una perfección en la entrega de premios que debía de servir de ejemplo para otras entidades, con la misma potencia económica que la SGAE, a la hora de preparar los suyos.

Imagino que Alfonso al contar con Juan Carlos Rubio, uno de los mejores autores teatrales de nuestro tiempo –también andaluz– para el guión, sabía que estaba apostando por una gala que tendría ritmo, emoción y compás.

Y aquí desatacar a la presentadora Cristina Medina –también andaluza– que tuvo la capacidad interpretativa de llevar la manija de la gala con una intensidad cómica que hacía reír y sonreír de forma constante al público que abarrotaba el Cartuja Center Cite, más de 2.000 butacas. El monólogo de petición a los premiados para que no se extendieran en los agradecimientos fue antológico. Mezclar en la postulación, la lactancia y un bebe recién nacido en el camerino que tenía que comer cada tres horas fue genial y magnífico.

Igual que magníficos estuvieron los componentes del Centro Andaluz de Danza, los alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático, la actuación de los también andaluces Danza Mobile o los divertidos siempre Síndrome Clown, también andaluces.

Hubo un momento en que la gala tomó un tono más formal para desarrollar el in memoriam por aquellos que ya no están con nosotros resuelto con una delicadeza y originalidad magnífica por la cantante Mayte Martín y la Escolanía de Los Palacios. Y todo el equipo técnico y artístico del teatro –la mayoría andaluces– que desarrollaron una tarea precisa, exacta y profesional.

Me pregunto: ¿si tenemos estos grandes directores, actores, intérpretes, técnicos, guionistas... qué razones nos lleva a que Andalucía no tenga la potencia necesaria para que cómo comunidad podamos tener una voz propia en la cultura europea?¿Qué mal nos aqueja para qué todo este potencial tenga que trabajar para proyectos exteriores y casi nunca andaluces?

Quizás es hora de plantearnos por qué nos faltan empresas y empresarios culturales, pues, a casi nadie le preocupa de que la empresa cultural exista como una industria propia con capacidad de desarrollo.