Mejor al aire que en el interior

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04 jul 2017 / 20:58 h - Actualizado: 04 jul 2017 / 21:01 h.
"Laboratorio ciudadano"

Pasamos 22 horas al día en el interior de edificios o vehículos y tan solo dos horas al aire libre, menos del diez por ciento de nuestro tiempo lo dedicamos a pasear, andar o, simplemente, disfrutar de un aire menos viciado que el del interior de nuestro centro de trabajo, nuestra casa o el comercio que frecuentamos.

Somos muy cuidadosos con todo lo que comemos (kilo y medio de alimentos) y bebemos (dos litros de líquidos) y muy poco con los diez mil litros de aire que respiramos diariamente. La comida en mal estado o el agua sucia saltan a la vista, el aire contaminado no. Los medidores de la calidad del aire en las calles son muy escasos, mientras que los termómetros, por ejemplo, están por todos sitios.

Se ha avanzado muchísimo en el etiquetado de alimentos y bebidas y casi nada en etiquetar lo que más consumimos: el aire. Los intereses en juego se mueven para evitar que se le dedique más atención a la baja calidad del aire que respiramos.

La principal fuente de contaminación en las ciudades es el tráfico de vehículos, seguida de las calefacciones en invierno, pero no olviden que el aire del interior de los edificios es cinco veces peor para nosotros que el de la calle, según los datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. A partir de ahora hay que quedar más en parques, jardines y terrazas que en el interior de los edificios, tanto para encuentros de ocio como de trabajo.

Las nuevas metas de los movimientos ciudadanos y de consumidores deben ser la exigencia de medidores de la calidad del aire en todos los sistemas de climatización y aire acondicionado y la ampliación del número de los instalados en las calles.

Pasamos 22 horas al día en el interior de edificios o vehículos y tan solo dos horas al aire libre, menos del diez por ciento de nuestro tiempo lo dedicamos a pasear, andar o, simplemente, disfrutar de un aire menos viciado que el del interior de nuestro centro de trabajo, nuestra casa o el comercio que frecuentamos.

Somos muy cuidadosos con todo lo que comemos (kilo y medio de alimentos) y bebemos (dos litros de líquidos) y muy poco con los diez mil litros de aire que respiramos diariamente. La comida en mal estado o el agua sucia saltan a la vista, el aire contaminado no. Los medidores de la calidad del aire en las calles son muy escasos, mientras que los termómetros, por ejemplo, están por todos sitios.

Se ha avanzado muchísimo en el etiquetado de alimentos y bebidas y casi nada en etiquetar lo que más consumimos: el aire. Los intereses en juego se mueven para evitar que se le dedique más atención a la baja calidad del aire que respiramos.

La principal fuente de contaminación en las ciudades es el tráfico de vehículos, seguida de las calefacciones en invierno, pero no olviden que el aire del interior de los edificios es cinco veces peor para nosotros que el de la calle, según los datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. A partir de ahora hay que quedar más en parques, jardines y terrazas que en el interior de los edificios, tanto para encuentros de ocio como de trabajo.

Las nuevas metas de los movimientos ciudadanos y de consumidores deben ser la exigencia de medidores de la calidad del aire en todos los sistemas de climatización y aire acondicionado y la ampliación del número de los instalados en las calles. ~