Melancolía

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23 mar 2018 / 20:34 h - Actualizado: 23 mar 2018 / 21:04 h.
"La Azotea"

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Martínez Montañés en su solemnidad pétrea, no le molestan las palomas, ni el gentío de la plaza ni la luz nueva que baja por la cuesta del Rosario tras tanta bendita agua. Se acostumbra al sol que confirma la regla machadiana del cielo azul de esta Sevilla que ya empieza a echar de menos lo que no ha llegado. La incomprensible realidad que serpentea por Alcaicería buscando el incienso que perfuma zapatos y zapatillas de la calle Córdoba mientras los capirotes cuelgan esperando a los rezagados que se amontonan en el dintel de la pequeña tienda. Incomprensible es la tristeza que produce el sentir cómo empieza a acabar lo que aún no ha llegado, cuando las vísperas se convierten en la antesala del disfrute, la puesta a punto de las emociones que latirán de nuevo sobre el asfalto hispalense. Ya lo dijo Francisco Morales Padrón «es tan dulce esperarte y soñar tu llegada que no quiero que llegues, quiero oírte llegar». Andamos con el alma y los sentidos de estreno esperando al gozo que nos aguarda por las esquinas, para emocionarnos de nuevo sin que nadie nos lo advierta. Las primeras colas se agolpan en la Plaza del Salvador con el ruido de fondo de los martillos sobre el graderío de la ciudad que cada cuaresma se reinventa en ella misma, esa que nos regala siete días en la gloria para que el entusiasmo aflore y para que las pizarras de algunos bares, encargados de enumerar la cuenta atrás a lo que ya está latente se queden huérfanas, con el contador de tiza a cero y paradójicamente, llenos de una inexplicable melancolía ante lo efímero de aquello que por fin, ya ha llegado.