Todas las Navidades son iguales y diferentes al mismo tiempo. Cada uno lleva una Navidad dentro que exteriorizar y que mostrar ante todos. Por ello, estas Navidades –para éste que escribe- quiero que sean las Navidades del recuerdo. Mi Navidad. Mi recuerdo.
Cuando estemos sentados a la mesa –bien en Nochebuena o en el almuerzo de Navidad- me acordaré (y procuraré que así lo haga toda mi familia) de los miles de hogares en los cuales serán muchas las personas que pasen unos días difíciles; no ya porque falten en las mesas sus seres más queridos (que también), sino –lo peor y más triste- el motivo por el cual no estarán sentadas junto a los suyos.
Así, me acordaré de Carmen, Silvia, Mirella, Isabel, Lucinda, María, Lisa, Ana, Paqui, Soraya, Victoria, Tatiana, Cristina Yolanda, Rosario,..., y así de todas hasta contabilizar 48 asesinatos a manos de un hombre.
Así, me acordaré de los 378 fallecidos al año en España atropellados, de los cuales hay muchos que han muerto por un conductor que conducía bajo los efectos del alcohol y las drogas.
Así, me acordaré de esa tragedia invisible que son las 7.000 muertes al año causadas por la pobreza energética, o lo que es lo mismo motivadas por el frío o la falta de recursos para calentarse.
Y es que, en todas estas muertes -súmele a ellas las guerras, el hambre o las que a este escribiente se les haya podido pasar- hay un común denominador; que eran perfectamente evitables, y, que eran y son fruto de las sinrazón o el sinsentido.
Por todo ello, el mayor de los esfuerzos que debemos hacer, el mejor de los favores que nos podemos autoimponer, es el de recordar. Recordar todas y cada una de estas muertes. Recordar para no olvidar. No olvidar para evitar que se repitan...
Estas Fiestas, en mi mesa, durante el brindis y en el recuerdo, estarán -junto a los seres queridos que se fueron- todas éstas personas que ‘las obligaron a irse’ dejando mucho dolor en familiares y amigos.
A todos, una Buenanoche, y la mejor Navidad que se pueda tener.