Miedo a un futuro irrelevante

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20 abr 2019 / 11:56 h - Actualizado: 20 abr 2019 / 12:08 h.
"Opinión","La vida del revés"
  • Santiago Abascal y Pablo Iglesias. / El Correo
    Santiago Abascal y Pablo Iglesias. / El Correo

Muchos son los que se preguntan por qué los populismos crecen como la espuma, sin ningún control; por qué ellos mismos se acercan a posturas que, hasta hace poco tiempo, parecían descartadas y casi extravagantes. La respuesta es larga y compleja, pero algunas cosas son fáciles de explicar y las tenemos muy a mano.

Que las clases sociales se están desmoronando en todas las sociedades occidentales es algo evidente. Es muy sencillo de explicar: los costes se han disparado y los sueldos, en muchos casos, se han estancado hace una década. Eso es, sencillamente, insoportable para una familia cualquiera. Lo que antes era una vida desahogada ha pasado a ser una lucha sin cuartel para llegar a fin de mes. Lo de ahorrar, mejor lo olvidamos.

Esto ha ido erosionando a un grupo que ha servido para consolidar los progresos sociales, ha servido de filtro y catalizador para movimientos políticos y sociales de todo tipo y ha logrado que la vida sea tal y como la conocemos ahora y que no está nada mal. Porque las sociedades formadas por ricos y pobres no tienen nada que ver con las que tienen un nutrido grupo social que conocemos como clase media. En concreto la clase media española ha sido el eje social que ha venido funcionando como nexo entre los extremos sociales. Hay que pensar que, por ejemplo, buena parte del trabajo que no han podido o sabido o querido realizar los diferentes gobiernos de nuestra democracia lo han terminado haciendo las clases medias. Para ser justo, la Iglesia y las distintas ONG’s han colaborado activamente y de forma definitiva. Aunque, al fin y al cabo, tanto la Iglesia como cualquiera de las organizaciones que se extienden por toda España están soportadas por la clase media, es decir, son instrumentos para llevar a cabo la labor. Todo se mezcla en este caso.

¿Forma parte usted de la clase media española? Si no está por debajo del 50 por ciento de la renta per cápita nacional (si lo está, usted es considerado pobre) o si no supera el 200 por ciento de esa misma renta (esto es ser rico), usted está incluido en el maravilloso y nutrido grupo de la clase media española. Efectivamente, los que pagan impuestos hasta el dolor, los que soportan el peso de casi todo en este país. Lo que ya no está tan claro es cuánto tiempo resistirá usted siendo miembro del club ‘mediaclasista’. Son muchos, de un tiempo a esta parte, los que se desplazan al grupo de los pobres; cada vez más los que llegan al reino de los ricos aunque siguen siendo poquitos. España es el país con más pobres de su entorno y el número de ricos ha llegado al nivel que tiene el Reino Unido. Tanto una cosa como otra son nefastas puesto que la clase media se ve agredida, vapuleada y debilitada. Sin clase media que soporte la brutal carga impositiva a la que nos someten nuestros gobiernos, sin un grupo de personas que muevan el consumo nacional, sin una clase social que pueda enderezar el penoso y escuálido índice de natalidad, entre otras cosas, estamos apañados.

¿Hemos conseguido una esperanza de vida estupenda para vivir más años y peor? ¿De qué sirve reducir un índice de analfabetismo hasta la anécdota si, al final, todo se polariza y eres pobre o eres rico? ¿Para qué sirve tanta infraestructura si no somos capaces de mantenerla ni disfrutarla por falta de medios? Ante la desigualdad insoportable que llega (está llegando con dureza, sí), ante los conflictos que se producirán ¿qué nos ofrecen nuestros políticos; hasta dónde pueden llegar? ¿Conocen ustedes a un solo político que pueda afrontar este reto con unas mínimas garantías?

Lo único que está claro es que ante la injusticia social las personas suelen reaccionar y de forma poco amable. El miedo a un futuro irrelevante, a la falta de esperanza y el hartazgo ante la mentira de los políticos nos lleva al populismo. Discursos cortoplacistas que ilusionan aunque están llenos de mentiras (por probar no pasa nada, piensan muchos, total ya me engañan los que están), promesas imposibles de cumplir que suenan a posibilidades, híper proteccionismo; un fuerte liderazgo y veneración de ese líder, con coleta o sin ella, que tanto necesitamos los españoles (Franco nos enseñó esas cosas y, por mucho que lo detestemos, lo tenemos interiorizado) y una enorme estética de la salvación, es lo que nos lleva a votar opciones populistas.

Veremos cómo termina todo esto. Veremos.