Miedo escénico

El Sevilla volvió a caer en el Camp Nou, como de costumbre, pero no sólo perdió tres puntos. No queda ni rastro de aquel equipo que plantaba cara a los grandes

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05 nov 2017 / 20:56 h - Actualizado: 05 nov 2017 / 20:56 h.
"El Descuento"
  • Miedo escénico

Que el Sevilla acabase derrotado en su visita al estadio del Barcelona es algo que espera cualquier aficionado. Que lo haga con estrépito, el temor de otros tantos. Y es que desde 2010, las visitas del equipo nervionense al Camp Nou se recuerdan, en su mayoría, por goleadas de bulto en favor de los azulgranas que sonrojaron y mucho a equipos de altura, como los que ha tenido el Sevilla en esta última década. Perder con el Barça y en su casa resulta previsible desde que se da a conocer el calendario. Eso es irremediable desde tiempos inmemoriales. Pero de unos años a esta parte, coincidiendo con el incremento de exigencia para el Sevilla, los dos transatlánticos de nuestro fútbol aguardaban la visita del Sevilla con recelo. Sin embargo, el equipo nervionense, tanto en la Ciudad Condal como en el Santiago Bernabéu, nadó para quedar en la orilla. Incluso a veces sin competir de verdad. Y eso sí se le puede pedir. Exigir, más bien. Es la obligación de este equipo.

El Sevilla fue un incordio para Madrid y Barcelona en no pocas ocasiones. Y no sólo en el Sánchez-Pizjuán. Nada más hay que remitirse a las recientes Supercopas de Europa. Lejos de acudir derrotados de antemano, los de Nervión sonrojaron en más de una ocasión a los dos grandes. Se convirtió en el tercer equipo en la pelea por la Liga mientras en Atlético sesteaba. Pero no aguantó la pelea y a las primeras de cambio, cuando aparecieron los kilos de verdad, se arringó. El Sevilla no gana en el Camp Nou desde 2010 (Copa del Rey); y en la Liga desde 2002. En el Bernabéu la cosa es parecida: el último triunfo sevillista data de 2008 (3-4 en la Liga).

El del sábado fue un partido para haberlo aprovechado. Meter mano al Barça no es nada fácil, pero verlo competir al nivel de este último partido más aún. Llegaba tocado después del viaje a Grecia y la oportunidad era única para al menos puntuar o estar cerca de ello. Otro Sevilla lo hubiera logrado, seguro. Sólo hay que echar un vistazo al resumen del partido para recordar cómo durante lo últimos minutos dio la sensación de que un Sevilla de más poderío o convicción podía haber rascado algo. El problema es que el equipo de Berizzo no se lo creyó. No fue de verdad a por ese punto. Merodeaba el área rival, tocaba y tocaba, pero sin hacer daño. Sólo Navas se apresuró a colgar algún balón. Ben Yedder, que acababa de entrar apenas buscaba el remate y los chispazos de Nolito fueron estériles. Es cierto que hubo poco tiempo de descanso después del suelo frente al Spartak, pero eso no puede ni debe ser una excusa. Si algo ha caracterizado al Sevilla es el empuje, la casta y el coraje con el que miró de tú a tú a equipos como el Barça. No sé usted, pero yo echo de menos la mordiente de antaño. El hambre de un equipo que jamás se rindió, las ganas de un grupo que sigue sin ofrecer garantías y, lo que es peor, sin transmitir nada. Se echa en falta la mano del entrenador, un once definido y la aparición de los buques insignia de este vestuario. Urge recuperar la identidad perdida, el juego de antaño y la fuerza de siempre.