Desde hace algún tiempo, el atavío, que están luciendo las imágenes dolorosas de la Virgen, se inspira en modelos tomados de la iconografía de siglos pasados. Sin cuestionar que el libro de los gustos está en blanco y que puede resultar estética e incluso elegante esta moda, estoy firmemente convencida de que este fenómeno suma un punto más al proceso de frivolización que sufren nuestras hermandades de penitencia, desde que se han convertido en un fenómeno de masas. Vaya por delante que me estoy refiriendo solo a las hermandades de penitencia; las de Gloria, por el momento, no parece que hayan sucumbido a esta novedad. En mi opinión, estamos asistiendo a una especie de pasarela de moda vintage, en la que diferentes vestidores de algunas vírgenes dolorosas nos sorprenden –unas veces más agradablemente que otras– con atuendos que, en todos los casos, pretenden llamar la atención del público cofrade, sin saber si detrás del impacto visual, que indudablemente consiguen, hay otro tipo de propósito. A estas alturas a nadie se le escapa que las cofradías sevillanas venden y se venden muy bien, y para mantenerse en el candelero hay que llamar la atención de cualquier forma, y este es un modo más de «vender imagen». Aunque creo, desgraciadamente, que lo único que obtienen es destacar por lo superfluo más que por los aspectos que realmente son esenciales en nuestras hermandades. Lo único que conseguimos con esta moda es dar pábulo a los detractores de nuestras asociaciones, que aprovechan cualquier renuncio para atacarnos y, de camino, a la Iglesia de la que formamos parte. De momento, parece que esta ola retro solo está afectando a las imágenes marianas. Solo pido que no se le ocurra a algún iluminado vestir al Señor de la Sagrada Cena como al Pantocrátor de San Clemente de Tahull o a Jesús Nazareno como al Cristo abrazado a la cruz de El Greco. Aunque es legítimo que cada vestidor imprima su sello personal a la imagen de la que se ocupa, las modas en el atuendo deberían quedarse para las pasarelas. ~