Estos días se están celebrando en la localidad malagueña de Archidona unas jornadas flamencas para, según Ortiz Nuevo, el director, «poner en valor a la mujer en el flamenco». ¿Ah, pero no lo estaba ya? Creía que La Sarneta, La Trini, Pastora Imperio y la otra Pastora de Sevilla, la de los Peines, tenían un valor, como lo tiene hoy Carmen Linares o María Pagés. Insistir tanto en reivindicar el papel de la mujer en el flamenco me parece algo absurdo, porque siempre lo tuvo y lo tiene en la actualidad. Pero se ha puesto de moda el asunto y, además, es fácil conseguir ayudas públicas. Vas a una institución y dices que hablarás de La Andonda, y no te dan con la puerta en las narices. Lo haces para decir que quieres escribir sobre Silverio y ni te escuchan. Las feminijondas son tan pesadas que parece que quieren acabar hasta con el macho seguiriyero de María Borrico. Si la mujer aparece ya actuando junto el hombre hace dos siglos, se reconocen sus aportaciones personales y hoy mandan en los festivales y las instituciones del género, ¿a qué viene tanto rollo?