En el intento de secesión a las bravas de diversas fuerzas catalanas (conservadoras en su mayoría) y en la respuesta que ello ha tenido allí y en el resto de España, han florecido todas las malas hierbas envenenadoras de la convivencia. Lo que se nos ha venido encima es, ni más ni menos, cuanto subyace bajo el mito de Pandora, el mal hermoso que los humanos acogen sin darse cuenta de su maldad. Evidentemente los responsables de todo ello son los secesionistas; por eso tendrán que vérselas con uno de los tres poderes de la democracia, el judicial. Pero la caja se ha abierto y ahora ya no manda la diosa que inspiró a Montesquieu, la diosa Razón, sino el Sentimiento engendrado por el Instinto y éste, como todo cuanto ata al reino animal, mira hacia abajo.
De haber prevalecido la Razón, habría triunfado en todas las posiciones la tendencia a mirar hacia arriba y la mayoría habría coincidido en que la solución estaba en reforzar Europa. Reforzar Europa debería haber sido la propuesta de un soberanismo de progreso porque así liberarían España de su supuesto atraso; también la de Podemos y los que critican al bloque monárquico ya que Europa sería una nueva forma de república y la de los socialistas, internacionalistas por vocación. Todo hubiera sido distinto si un bloque socialmente mayoritario en Cataluña y en el resto de España, hubiera propuesto que en los balcones luciera la bandera de Europa (sin o con la de España o Cataluña). Así se habría sabido quienes toman la Razón para ir al futuro y quienes prefieren la negra sinrazón del pasado. ~