Nadie es perfecto

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24 jul 2018 / 23:00 h - Actualizado: 24 jul 2018 / 22:04 h.

Ser político se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Desde que alguien tuvo la brillante idea de valorar la labor de los políticos con una lupa en la mano para examinar cada poro de la piel, es imposible que, sobre el que se centre el foco, pueda de salir indemne del examen.

No seré yo el que defienda la corrupción, la mentira o cualquier actividad que no sea honesta y beneficiosa para los ciudadanos españoles. El que la haga que la pague. Pero tampoco quisiera colaborar en las persecuciones que se llevan a cabo en algunos casos.

Conviene recordar un par de cosas. Por una parte, en alguna ocasión se han producido dimisiones forzadas debido a las acusaciones por las que, posteriormente, han sido absueltos los que dimitieron. Y a eso no hay derecho. Destrozar la vida a una persona sin razón alguna es algo que no podemos consentirnos en una sociedad moderna. Y, por otro lado, muchas de las acusaciones que se esgrimen en los platós de televisión, en las radios, en los periódicos o en las barras de los bares, son esas mismas cosas que han hecho cientos de españoles. Por ejemplo, la imaginación que se le ha echado al curriculum en España ha sido, desde hace muchos años, espectacular. La más bochornoso es que algunos de los que dijeron tener carrera universitaria finalizada son los que, ahora, persiguen a los que siguen haciendo la ridiculez que consiste en decir que eres lo que no eres.

Es verdad que las personas públicas deben cuidar detalles; detalles que a los que no lo son les perdonan sus amigos, familiares y compañeros de trabajo. Pero cuidar las formas y los detalles no es lo mismo que ser perfecto. Porque perfectos, lo que se dice perfectos, no somos nadie. Y los políticos tampoco.