Ni vasija ni medicamento

truco o trato

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04 jul 2015 / 17:52 h - Actualizado: 04 jul 2015 / 23:22 h.
"Truco o trato"

La prudencia me aconseja no meterme en aguas procelosas pero como en el chiste del escorpión no puedo evitarlo, está en mi carácter. Dar la espalda y mirar para otro lado de polémicas en las que respiran gentes a las que respeto (y quiero pero eso es aparte) me produce un hormigueo la mar de incómodo que solo alivio tirándome de cabeza al pilón. Aunque pueda romperme la crisma.

«No soy una vasija» el manifiesto que han articulado un respetabilísimo grupo de mujeres contra la maternidad subrogada me merece toda la reflexión y la atención que tan renombradas y morales ciudadanas, algunas amigas, suscitan. Que es muchísimo. Pero a la vez me ha sumido en una incomodidad personal e intelectual que, repito, solo consuelo matizando e incluso oponiéndome, con todo el respeto.

No creo que las decisiones en materia tan sensible como los derechos, los cuerpos de las mujeres y su libertad y los márgenes cada vez más amplios de la investigación genética puedan cerrarse de un brochazo. Que hay controversia es una obviedad y que los argumentos que advierten de los peligros del mercantilismo y la de explotación de mujeres pobres para ser usadas, de nuevo y en otro aspecto, por quien pueda alquilarles el vientre, está claro. Pero tan claro, o tan poco claro, como las reacciones contra la donación altruista de órganos en vida, aun sabiendo que hay un mercado negro infame y repugnante que llega a la extorsión, el secuestro y la muerte para dotar de riñones, un ejemplo, de pobres a los cuerpos de quien pueda comprarse la salud. El tráfico de órganos se agazapa detrás de otros delitos y otras mafias y siempre son los mismos contra los mismos, siempre son los pueblos pobres las víctimas, siempre los intermediarios son rufianes expertos en las malas artes y los destinatarios cómodos ciudadanos de primera que con poner el cheque sin ensuciarse las manos tienen bastante.

No es por tanto irrefutable la referencia a mafias que explotan a mujeres de la India, u otros países donde ser mujer vale menos que poco, para cerrar la posibilidad de que se pueda ceder voluntariamente el vientre, o la donación de óvulos que ya es legal.. La ley ampara la donación altruista de órganos para su trasplante aunque sepamos que es asunto delicado, difícil y que se presta al comercio entre seres humanos. De hecho si se legalizara la maternidad subrogada como ya ocurre en EEUU los controles deben ser exhaustivos y jurídicamente taxativos.

Tampoco nos valió, y hay que recordarlo, la reacción contraria a los avances genéticos que hacían posible que un niño engendrado bajo manipulación genética pudiera servir de salvación para un hermano con una enfermedad muy grave. Al niño de Sevilla que le dio la vida a su hermano le llamaron el niño medicamento aunque ni los padres, ni los profesionales, ni la cordura aconsejaran que se usara tan brutal expresión. Ni el niño es ni era un medicamento ni las mujeres que prestan su vientre son vasijas.

La ciencia y los derechos amplían nuestra capacidad de decisión y de pacto. El feminismo es para mí la revolución del siglo XX que debe marcar la sociedad del XXI. No es lo contrario del machismo ni exclusividad de las mujeres. Es una ideología que debe hacer posible desde la igualdad romper todos los ritos y cadenas del patriarcado para articular derechos y libertades entre personas libres. Y por eso no creo que el debate esté cerrado y por eso me pido y pido a todos lo que defienden la igualdad un esfuerzo ingente. Que el patriarcado sutil y vorazmente nos usa y nos quiere usar es obvio. Las mujeres no son vasijas ni los niños medicamentos. No cerremos con prejuicios el debate moral y social que la ciencia nos presta. No convirtamos a quienes defienden la maternidad subrogada en enemigos.

Porque no lo son.