No es cine, son películas

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11 abr 2018 / 19:00 h - Actualizado: 11 abr 2018 / 23:26 h.

En días pasados el director de cine Enrique García comentaba en una entrevista que los productores de Andalucía tenían como asignatura pendiente la distribución de sus películas. Nunca más de acuerdo y me agrada que con el paso del tiempo coincidimos en un asunto que, por repetido, no deja de ser importante: la producción andaluza de cine maneja de forma inadecuada los procesos posteriores al rodaje.

Exceptuamos las producciones de mayor presupuesto, donde las televisiones privadas se encargan de la tarea, o alguna otra, donde multinacionales entran en la producción, al resto de películas andaluzas les cuesta ser distribuidas.

Razones que pueden ser muy distintas pero en casi todas parte de la falta de compresión de que el cine es una cadena de valor. Si el productor no es capaz de encontrar una empresa de distribución que piense o evalúe su producto como rentable, difícil es encontrar alguien que apueste por la película.

Para poder comprender la problemática debemos tener en cuenta que en España, y es una particularidad, el productor que solicita ayudas públicas incluye en el presupuesto los gastos de distribución y promoción de la película. Es decir, en el apoyo público está recibiendo un recurso para llevar las películas a las salas de cine.

Son por tanto las películas más independientes, que solo cuentan con precompras de derechos de emisión en televisión, en Andalucía siempre Canal Sur, inversiones privadas y que se realizan sin ayudas públicas las que encuentran una mayor problemática.

En otros países este problema se resuelve buscando el productor como socio al distribuidor para que desde el inicio exista una comunidad de intereses en la película. Esto genera un proceso de cooperación necesario para el buen fin de la misma.

Es difícil en nuestro país, pues, como decía la actriz Juliette Binoche, «en el cine existen demasiados egos». Muchas veces lo único que al impulsor de la película le preocupa es ir a algún festival de cine y que la exhiban algunos cines. Con esta mentalidad es difícil cooperar y dar a las películas una dimensión más amplia.

Además a la misma película, por su pequeño presupuesto, se le hace difícil acudir a un mercado donde la competencia es carnívora y donde los grandes productos de Hollywood y las producciones de los operadores de televisión privados se meriendan las pantallas.

A todo esto tenemos que sumar que en nuestro país no existen apoyos públicos a los cines privados para arriesgar exhibiendo este tipo de películas indie. La distribución no es el problema: el problema está en el sistema que hemos organizado para apoyar al cine. Solo se apoya a la producción obviando la integridad del sector y a la necesidad de desarrollar políticas públicas que sirvan a los ciudadanos.