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No es un disfraz

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21 ene 2017 / 15:32 h - Actualizado: 21 ene 2017 / 15:32 h.
"Pareja de escoltas"

Pocas cosas me merecen tanta veneración como una túnica de nazareno. Recuerdo con tristeza, y dolor, dos vivencias que me marcaron: presté una y la devolvieron rota, cedí otra y se extravió sin remedio. La que visto desde hace años se guarda como un tesoro y antes preferiría perder un objeto valioso a que mi túnica se estropeara sin remedio. De pequeño, probársela era el mejor rito de la Cuaresma y una muestra palpable de que todo se acercaba. Mi madre soltaba dobladillos, alargaba mangas, cosía botones, almidonaba su capa... así hasta que, apercibiéndome de no mancharla en un descuido, pendía de una lámpara. Cuando la impaciencia me comía por dentro, entraba a hurtadillas en la pequeña habitación y la miraba en silencio, soñando con un sol que no siempre llegaría. Era el mejor cartel de Semana Santa que pudiera pintarse. Allí estaba, como una bandera marfil y negra, inalcanzable hasta el mediodía del Viernes Santo... Sé, pues, de sobra la ilusión y el ansia que la espera provoca en el niño. Es más, pasados los años, no he logrado atemperar mi ánimo al verla dispuesta. Quisiera, ahora que se acerca el carnaval en los colegios (e incluso ya se han visto ciertas cosas), hacer una llamada de atención para que, entre todos, —con palabras y hechos— sepamos transmitir respeto por aquello que nos iguala y nos une a los pies del Nazareno. No dejemos que vestidura tan hermosa por su significado se destine a usos espurios e inconvenientes.~