No es una leyenda

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07 jul 2017 / 21:21 h - Actualizado: 07 jul 2017 / 21:22 h.

Quiero ser como Beckham, o Te doy mis ojos, son grandes películas de las muchas que se utilizan en la escuela, y allá donde hay una posibilidad de tejer un aprendizaje, para diseñar una arquitectura de la vida en igualdad. Pero reconozco hoy públicamente, que algunas de las que transitamos por los espinosos episodios, de luchar contra la adversidad de ser mujer, en un mundo de hombres, tenemos una deuda, con una persona, con la historia y con esos miles de jóvenes, que no le hemos enseñado la vida de una gran maestra, en el arte de ser mujer, a pesar del acero de los molinos de viento, Frida Kahlo.

Frida, no es una leyenda, es un icono de cómo sobrevivir en territorio hostil, físico, social, y emocional. Era un seis de julio de 1907 cuando nació una de las referentes más valiosas de la historia, una mujer con el mundo en contra, y con todos los dardos dirigidos hacia su cuerpo, y su corazón, y ella como la amazona de las amazonas, pero sin poder galopar, porque era hija de la polio, y víctima de un accidente a los 18 años con efectos de 30 operaciones, y que cogió casi lo único que la vida no le había quitado, un pincel fino para pintar, y autobiografiarse con colores lo suficientemente llamativos, como para que no se la invisibilizara.

Decía ella que tuvo un segundo tropiezo casi mortal, y fue casarse con Diego, esta vez la dejó tocada en ese lugar de los sentimientos, para los que no hay medicinas, y que solo las personas sabias que no necesitan trucos, se convierten en supervivientes, y luego se empoderan. Su mochila mejicana era más que pesada, estaba llena de todas las piedras posibles para resbalarte y no volverte a levantar. La relación con su primer marido se parecía a los truenos amororosos de Elizabeth Taylor y Richard Burton, se divorció de aquella manera, se volvió a emparejar, con pasajes lésbicos, y a estos folios de vida le añadió que no era fértil, no le hubiera importado serlo; y que su salud fue siempre un letrero que ponía con luces de neón: estoy incapacitada.

Frida era comunista y feminista, la pintora por excelencia del siglo XXI, la más cotizada de las artistas hoy, con 200 pinturas vinculadas a las heridas, al dolor, y al daño. Fue más que amiga de Trotsky, y amiga de Neruda. Era una grandísima diva empeñada en quitarle el sabor amargo a la vida. Se fue con una mueca cómplice y dijo: «No quiero ser enterrada. He pasado mucho tiempo acostada, simplemente quemen mi cuerpo. Y remató su historia con la última entrada de su diario: Espero alegre la salida y, espero no volver jamás». ~

Quiero ser como Beckham, o Te doy mis ojos, son grandes películas de las muchas que se utilizan en la escuela, y allá donde hay una posibilidad de tejer un aprendizaje, para diseñar una arquitectura de la vida en igualdad. Pero reconozco hoy públicamente, que algunas de las que transitamos por los espinosos episodios, de luchar contra la adversidad de ser mujer, en un mundo de hombres, tenemos una deuda, con una persona, con la historia y con esos miles de jóvenes, que no le hemos enseñado la vida de una gran maestra, en el arte de ser mujer, a pesar del acero de los molinos de viento, Frida Kahlo.

Frida, no es una leyenda, es un icono de cómo sobrevivir en territorio hostil, físico, social, y emocional. Era un seis de julio de 1907 cuando nació una de las referentes más valiosas de la historia, una mujer con el mundo en contra, y con todos los dardos dirigidos hacia su cuerpo, y su corazón, y ella como la amazona de las amazonas, pero sin poder galopar, porque era hija de la polio, y víctima de un accidente a los 18 años con efectos de 30 operaciones, y que cogió casi lo único que la vida no le había quitado, un pincel fino para pintar, y autobiografiarse con colores lo suficientemente llamativos, como para que no se la invisibilizara.

Decía ella que tuvo un segundo tropiezo casi mortal, y fue casarse con Diego, esta vez la dejó tocada en ese lugar de los sentimientos, para los que no hay medicinas, y que solo las personas sabias que no necesitan trucos, se convierten en supervivientes, y luego se empoderan. Su mochila mejicana era más que pesada, estaba llena de todas las piedras posibles para resbalarte y no volverte a levantar. La relación con su primer marido se parecía a los truenos amororosos de Elizabeth Taylor y Richard Burton, se divorció de aquella manera, se volvió a emparejar, con pasajes lésbicos, y a estos folios de vida le añadió que no era fértil, no le hubiera importado serlo; y que su salud fue siempre un letrero que ponía con luces de neón: estoy incapacitada.

Frida era comunista y feminista, la pintora por excelencia del siglo XXI, la más cotizada de las artistas hoy, con 200 pinturas vinculadas a las heridas, al dolor, y al daño. Fue más que amiga de Trotsky, y amiga de Neruda. Era una grandísima diva empeñada en quitarle el sabor amargo a la vida. Se fue con una mueca cómplice y dijo: «No quiero ser enterrada. He pasado mucho tiempo acostada, simplemente quemen mi cuerpo. Y remató su historia con la última entrada de su diario: Espero alegre la salida y, espero no volver jamás».