No pienses

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17 mar 2017 / 23:00 h - Actualizado: 17 mar 2017 / 23:00 h.

Por qué le dicen corazón cuando quieren decir tripas. En la tele no paran de poner un anuncio para que la gente afloje la mosca en el que sale una señora de no sé qué país francófono africano diciendo, con entonación de oficinista inoperante –una cosa parecida a «usted sabrá lo que hace, yo solo trabajo aquí»–, algo así como que o llega la ayuda o los niños morirán. Puede ser, madame. A lo mejor, si vendiera usted los pedruscos de oro que lleva colgando habría para salvar a unos pocos. Lo mismo es bisutería y la pobre lo único que quiere es proclamar su coquetería en un ambiente de miseria. Da igual, lo que importa es el efecto del conjunto, el impacto de la pena, el zarandeo visceral. Pero la publicidad es solo la más inocente expresión de una moda imperante en todos los ámbitos de la comunicación humana, que consiste en invocar a las entrañas haciendo boicot al cerebro; conseguir que la emoción –esa inconsciente– suplante y anule por completo la reflexión, convirtiendo en ley todo cuanto afirma y en reproche biliar todo lo que niega. Que eso suceda en publicidad no es en absoluto nuevo, aunque ahora sea más exagerado y chocante que nunca; pero que ocurra también en asuntos de política, costumbres, moral pública y privada, tolerancias e intolerancias, juicios sumarísimos, fraternidades y lapidaciones, eso ya me preocupa bastante más. Me alarma horrores la sharia de las redes sociales: por un error, las uñas arrancadas; por un traspié, la amputación de la lengua; por una herejía, la muerte a pedradas. No, no es corazón. De hecho, conviene no tenerlo. Ni corazón ni cabeza. Si los tienes, estás perdido. Hay un yihadismo emocional diciéndonos en qué tenemos que creer. Y habría que hacerle frente. Pensando. ~