No te conozco de nada, pero tu voz, la voz de Valentín García, se ha convertido en la voz de la sinceridad. De la entereza. Desde la fortaleza que acompaña paradójicamente a la dificultad, este locutor madrileño de Triana, amigo de tantos amigos y en el corazón de quien quiero, comparte con todos la lucha sin cuartel contra el cáncer que padece, casi a modo de cuaderno de bitácora. Y yo no le conozco de nada, pero le admiro por mirar de frente al desafío del escalofrío, al sabor a metal, al desasosiego. Por compartir la templanza y el no esconderse tras la palabra miedo. Por hablar de sus hijos y de la incertidumbre ante el porvenir. Y no le conozco de nada, pero la evolución de su enfermedad ya es de todos y todos nos hacemos parte de ella porque quisiéramos transmitirle a voz en grito y sin micrófonos, que no está solo, aunque no conozca a la mayoría de los que sentimos admiración ante su temple a la hora de hablarle de tú al cáncer. Yo no te conozco de nada Valentín, pero sé de lo que hablas porque esa fortaleza tuya visitó mi casa hace algunos años y por ello corroboro que con ganas de vivir ya tienes aprobado el curso de quimio, por muchas asignaturas que se queden para septiembre. Un coletazo de sombra de aquel recuerdo vino a visitarme a mí también no hace mucho, quedándose en un susto del que solo saqué una cosa en claro: hay que sentir el sol y el aire, no desperdiciar el tiempo, reírse y estar con quien queremos estar. Como tú bien dices, hay que sentirse, hay que vivir la vida cada día porque esa es la actitud y porque aunque yo no te conozca de nada, Valentín, sé que te curarás.