No vamos a una huelga

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03 feb 2018 / 13:28 h - Actualizado: 03 feb 2018 / 16:56 h.

Sería reduccionista decir que este 8 de Marzo, vamos a una huelga al uso, general, global, parcial u otros apodos para identificar, el más que ensayo internacional, incluida España, de lo que puede pasar a nivel mundial, si el sistema sigue empeñado en funcionar en beneficio de la mitad de la población, la parte masculina, para lo que tiene sometida a la otra mitad, las mujeres. No será más de lo mismo, enseñaremos la punta del iceberg, para acabar entre otros, con los mitos de que ellos gobiernan y nosotras amamos (Kate Miller)

Sobrias en el discurso, sin maquillar las tozudas cifra, ni victimizar el papel asignado de segundas, con diferentes tonos opacos de madres y esposas, o de neón de prostitución. Roles masculinos y femeninos no fijados biológicamente sino que son socialmente construidos (Judith Butler). Ahora expectantes con la gestión del tema mujer en tiempos de sequía, en la inquietante cotidianidad, y en el subvertido mercado electoral.

Este aviso a navegantes a quien se ha apropiado del timón, cargado de brújulas, no debe sonarles a amenaza, ni solapada ni descarada. Se trata de señalar que si nosotras paramos en el consumo, en la producción, en la reproducción, en los cuidados, en lo laboral, en lo estudiantil, en todas las esferas de la vida que sostenemos, el mundo se paraliza, con consecuencias incalculables en la estabilidad de las economías, que deberán asumir quienes provocan la respuesta. Decía Virginia Wolf que las mujeres se sienten solas frente a su antagonista que es la vida, por eso, porque ya hemos probado el lodo, y no tenemos nada más que perder, el movimiento feminista se está preparando para detener estas miserables políticas, con quienes reciben menos y dan más.

Ingentes sumas de inversión (casualmente) en la robotización, en misiles, en la digitalización, y en otras industrias punta, pero las mujeres siguen haciendo lo mismo que hace siglos, y no hay Thermomix, ni artilugios suficientes que puedan engañarnos, el trabajo de soporte doméstico y social, de economía no contabilizada ni reconocida, y obligatorio para las abuelas, amas de casa, cuidadoras, y precarias del mundo, es una estrategia de mano de obra barata, invisible y normalizadora (llamadas por el Informe BBVA Gigantas Escondidas) que ahorra al Estado más del 13% del PIB. Si les falla el invento del patriarcado, se le desmorona uno los pilares más indispensables, y aceptados socialmente de este injusto sistema. Pero la igualdad como la gravedad, son una necesidad (Joss Whedon).