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11 nov 2016 / 22:39 h - Actualizado: 11 nov 2016 / 22:39 h.
"Cofradías","El Gran Poder","Pareja de escoltas"

Salió a la calle y no importó que fuera noviembre —tarde, noche o día— ni laborable o festivo. No importó que hubiera corales o bandas de música ni que varios millares de personas viniesen de otros lugares. Nadie echó en falta el río de ruán de sus hermanos ni recordó el rico ajuar bordado que la hermandad atesora. Todo lo llenó Él, el rostro clemente de la misericordia de Dios, su zancada valiente, el nudo de su talón a la luz del mediodía como una llaga visible de amor, el mástil ligeramente inclinado de su cruz como un navío que se escora a toda vela... Resplandeció de continuo el mejor fundamento de nuestras cofradías: que Dios viene siempre de frente y se pone al lado de todos. Importó que la calle se hizo templo y el silencio convirtiera fachadas y balcones en naves catedralicias. Importó que muchos ojos, que aún desconocen qué sea la Madrugada, vieran junto a sus padres por primera vez a la mayor devoción de la ciudad; y que muchos ancianos, que renunciaron ya a esa noche grande, lo contemplaran de nuevo en su paso y por las calles. Fueron familias completas las que se reunieron en torno a su Gran Poder con carritos de bebé o sillas de ruedas. Y todo como siempre se ha hecho, con respeto y cercanía, ¿quién lo dudaba? Hasta el final, cuando los plátanos de Indias de su plaza, convertidos en tubos de órgano, proyectaron hacia el cielo ese Te Deum sin palabras que, en forma de aplauso emocionado, Sevilla dedicó a su Señor.