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Nuestro vecino, el hijo de María

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16 sep 2017 / 23:12 h - Actualizado: 16 sep 2017 / 23:14 h.
"La trastienda hispalense"

Sevilla tiene el ángel de saber acercarnos a Dios, a través de nuestro vecino, el Hijo de María, con el que iniciamos nuestro camino de creencia absoluta, al que mientras el Tiro de Línea le reza como solitario Cautivo, las cigarreras de su Victoria le rezan «atado a la columna», o sobre el regazo de su Piedad materna, el Arenal del Baratillo y los Servitas de su Providencia, mientras San Jacinto y San Isidoro se invisten de cirineos para rezarle y socorrerle en su Tercera Caída.

Y a estos amores de cuna y de barrio se van aunando, con el correr del tiempo, otros cariños y lazos que van forjando en cada uno de nosotros esa singular Pasión que un buen día llevó mi mano hasta el aldabón de la puerta de los Nazarenos de Sevilla, porque quería ser, como soy, nazareno del Nazareno, nazareno y penitente, ser de la Madre y Maestra, con Él, silenciosamente, junto a Él, eternamente, llevando su Cruz, a cuestas? Y en Silencio, me imagino a Cristo por los caminos de una ciudad diferente de rimadores juglares, de espadachines donjuanes, de la O cruzando el puente, de Juan de Mesa y Murillo, Rinconete, Cortadillo y haraganes Monipodios, de autos inquisidores, marinos conquistadores y fieles de San Antonio, su casa, donde yo encuentro el Silencio necesario, Silencio de pensamientos, Silencio para mis actos, Silencio pa’ mis lamentos y hasta Silencio pa’l canto que en Silencio, yo le ofrezco las noches de Viernes Santo, siguiendo siempre el Silencio de su Cruz y de sus pasos.

Esos pasos que nos llevan al Calvario que elegimos, cada cual, pa’ su condena, donde, con Ella, sufrimos... ¡Cuánto sufre esa Enfermera cuando te clava Longinos la lanza pa’ que no mueras sobre andas costaleras con San Martín de testigo!

Y mi corazón levanta el monte de tus tormentos junto a un río de Agua Santa donde todavía no has muerto, y allí te hablo y me hablas, aún te escucho y te siento? ¡Que más dolor que el que vemos en tu extorsionado cuerpo, todo un Museo agonizante de Expiración y de ejemplo!

Y sí, entre grandes pintores yo siembro mis oraciones sobre el monte donde expiras, el barrio de mis amores, sobre un calvario de flores, lleva Sangre de mi vida... Yo lo vi nacer de un tronco y entre gubias y formones, yo viví las emociones de aquel divino proceso, viendo su cuerpo, tallarlo, resucitarlo y clavarlo en la Cruz de su regreso, la que levantó Buiza, llevándole una sonrisa al barrio de la Calzada con la Sangre del Cachorro que perdió en Pagés del Corro, la Paloma de Triana.

Tú eres la Sangre, Dios mío, a la que entrego mi vida, tú eres el rojo quejío de tu corona de espinas que, a veces, yo la he sentío como mi frente, castiga, si me olvido de tu Sangre y el dolor de tus heridas... Sangre de Presentación que mana tu corazón sobre la vieja Calzada y sobre el palio y el manto, con Sangre de Martes Santo, de Encarnación Coronada.