Ordenando el garaje emocional

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11 ago 2019 / 08:09 h - Actualizado: 11 ago 2019 / 10:09 h.
"Historia","Navidad","Verano"
  • «El árbol de la vida» (1905) de Gustav Klimt.
    «El árbol de la vida» (1905) de Gustav Klimt.

Ayer cuando bajé al garaje a poner la lavadora me quedé observando la cantidad de cosas que tenía allí guardadas: las herramientas de mi padre, todas bien dispuestas con sus siluetas acotadas en la pared y una pequeña estantería a medio arreglar aún en su mesa; su colección de vinilos de Los Beatles, parece que fue Yesterday cuando los escuchábamos juntos en el salón... Los adornos de Navidad que había comprado mi madre cuando yo contaba con unos 6 años, con tan sólo tocar las figuritas del Belén y aquellas bolas de colores del árbol de Navidad me parecía volver a escucharla cantando esos villancicos aflamencados que tanto le gustaban, su favorito era aquel que decía:

"Los caminos se hicieron con agua, viento y frío.

Caminaba un anciano, mu triste y aflijido, ¡a, la Gloria!,

a su bendita madre, ¡Victoria!,

Gloria al recién nacido, ¡Gloria!"

Siempre tuvo muy buena voz, de ese tipo de voces que le alegraban el alma a cualquiera... De repente tropecé con una enorme caja llena de polvo, "pero, ¿esto qué es?" -pensé-, destapé la caja y descubrí... ¡mi Scalextric!, rápidamente vinieron a mi mente los sábados de juegos con mi padre y mis amigos, ver esa enorme pista de carreras ocupando buena parte del salón me encantaba...

Hechos de historias...

Permanecí un buen rato en el garaje, re-descubriendo mi propia historia, porque, si estás atento, te das cuenta de que cada cosa te transmite una historia y cada uno de nosotros estamos hechos de varias historias... Para descubrirlas, recordarlas, rememorar el final (o cambiarlo), ¡tienes que bajar a tu garaje emocional! Habitualmente el garaje (también llamado cochera) es un lugar destinado a guardar justamente eso, el coche. Pero, como bien sabemos, muchas veces el garaje comienza a transformarse en una suerte de trastero, un sitio donde guardar trastos (cosas inútiles, viejas, estropeadas), quizás entre esos trastos encontremos algunos antiguos tesoros cuyo valor sentimental es tan elevado que harían palidecer a la fortuna del Conde de Montecristo... Para diferenciar lo útil de lo inútil, lo ordinario de lo extraordinario, el trasto del tesoro, es necesario remangarse e invertir tiempo y atención en ordenar nuestro garaje, lo mismo aplica al universo humano: para descubrir tus historias, rescatar unas, re-escribir otras, profundizar en quién eres y en lo que puedes llegar a ser, es necesario bajar las escaleras de tu garaje emocional, armarte de paciencia, compromiso y curiosidad y ponerte a ordenar.

Un peculiar almacen

En el garaje emocional almacenamos emociones que vivimos en algún momento de nuestra vida, sentimientos que han sido motores de nuestra historia pero que, por un motivo u otro, hace un tiempo que ya no utilizamos. ¿Siguen siendo útiles esas emociones? si es así, desempólvalas cuanto antes y ponlas prestas para el uso; si ya no tienen utilidad, lo más práctico es convertirlas en otras que te puedan ayudar (esto aplica incluso en el caso de las emociones más duras: la tristeza, el miedo, la ira... Puede que hayas pensado en tirarlas directamente a la basura pero éste es el tipo de basura que te persigue a menos que acabes con ellas desde dentro y ¿cómo se hace eso?, transformándolas en emociones más productivas, escuchando primero su mensaje, su historia, aquello que intentaron transmitirnos en su momento y transformarlo en aprendizaje, en lección vital que aplicar en otros momentos de nuestras vidas).

Cuestión de armonía, no de control

Cuando ya hemos tomado la decisión de bajar a nuestro garaje emocional y estamos dispuestos a ordenar, tenemos que tener clara una importante diferencia: ese orden va en pro de fomentar la armonía y el concierto en tu vida, no la necesidad de controlar. Muchas veces asimilamos orden a control, pero resulta más enriquecedor enfocarlo como concierto y armonía, se trata de generar serenidad interior, no de alimentar el ansia de poder. Piensa que abres el cajón de los tornillos y te encuentras un bocata, y vas al frigo y están ahí los tornillos, resultado: desconcierto, te vuelves loco y pierdes el enfoque de lo que estás haciendo. Con el mundo interior y las emociones sucede lo mismo, es bueno tenerlas localizadas y cada una en su lugar para poderlas encontrar donde las dejamos cuando queramos echar mano de ellas.

Ordenado, sí; ordenador, no

Decía Pablo Picasso: "Los ordenadores son inútiles. Sólo pueden darte respuestas", tal cual... Una cosa es ser ordenado (fomentar la armonía, saber dónde está cada cosa, quedarte con lo útil) y otra es ser un ordenador (tener el piloto automático puesto todo el día y ser un disco rayado de respuestas). La visita al garaje emocional nos pone más en modo analógico que digital, enciende nuestra curiosidad, nuestra faceta artesana y mientras estamos ordenando, hace que nos planteemos muchas más preguntas que respuestas.

Así que ya sabes, aprovecha uno de estos días de verano y haz algo constructivo y sano: ordena tu garaje emocional.