Ayer me emocioné al leer un estupendo reportaje del compañero Paco Veiga sobre quienes formábamos parte del equipo que cubrió la Expo 92 para El Correo. Me vi en una fotografía, sin una sola cana, en compañía de grandes compañeros y maestros capitaneados por el entonces director de este diario Manuel Gómez Cardeña. Aunque llevaba ya ocho años colaborando no empecé a trabajar en la redacción hasta 1992, precisamente el año de la Exposición Universal. Creo que fue cuando comencé a cobrar, que esas cosas no se olvidan. Hasta entonces nunca le había dicho a mi añorada madre que era periodista, porque ese mismo año dejé el pico y la pala para ir presumiendo por el barrio de que ya era un profesional de la crítica flamenca. Le debo tanto a este periódico que ni trabajando hasta los 100 años podría pagarle. De hecho, como sigo siendo un colaborador, me tendrán que aguantar hasta que la artrosis me impida teclear en un ordenador. Ya es tarde para volver a las calicatas, con dos hernias discales y una tripa nada compatible con la espiocha y la maza. ~