Otro corazón ‘enreao’ (a Nicolás Salas)

Image
18 feb 2018 / 20:38 h - Actualizado: 18 feb 2018 / 20:38 h.
"Tribuna"
  • Otro corazón ‘enreao’ (a Nicolás Salas)

TAGS:

Qué verdad más grande y qué manera más hermosa de decirlo. «Manué, no quieras conquistar mi corazón, que me lo robó Sevilla y no me lo devolvió y es que Sevilla enrea corazones en su mantilla».

Somos muchos los que tenemos nuestro corazón enreao en esa inmensa mantilla con la que esta ciudad te hipnotiza y te atrapa para siempre. Y Nicolás Salas no fue una excepción. Periodista y escritor, fue un sevillano nacido en Valencia en 1933, al que las cosas de la vida le vinieron a traer a Sevilla. Y Sevilla le enreó el corazón.

Sin miedo a equivocarme, me atrevería a decir que de nadie he leído en mi vida tanto como de Nicolás Salas. No le conocí personalmente a él, pero gracias a su obra he conocido en profundidad a Sevilla. Sin lugar a dudas, su doble libro Sevilla fue la clave me dejó profundamente marcado. Y digo bien, me dejó marcado porque su descripción y documentación es tan brutal que llegué por momentos hasta a oler el miedo, el odio, que se debió vivir en Sevilla entre los años 1931 y 1939, años de preguerra y guerra civil en los que la única autoridad de la ciudad era la sinrazón.

Dicen que los pueblos que olvidan su historia están obligados a repetirla. Desde luego, si algún día esa historia contada por Nicolás se repitiera no sería porque él no hizo para que no se olvidara. Leer Sevilla fue la clave debería ser un ejercicio obligatorio para los jóvenes, esos jóvenes que pasean gozosos y disfrutan de una ciudad amable y tolerante y ni siquiera imaginan que cuando sus abuelos eran niños, hace relativamente poco tiempo, Sevilla fue sin duda la ciudad más conflictiva de España durante la II República. Pero el horror se incrementa cuando te vas imaginando y sumergiendo, gracias al detalle con el que Nicolás Salas va describiendo los hechos, en el tramo final de aquella etapa, aquel tramo comprendido entre el 16 de febrero de 1936, cuando el Frente Popular, aquella coalición de partidos de izquierda, gana las últimas elecciones celebradas en la II República, hasta el 18 de julio de aquel mismo año, día en el que se produce el alzamiento del ejército, dando el pistoletazo de salida a la guerra más cruel y salvaje vivida por nuestro país.

Es especialmente duro el capítulo en el que el señor Salas describe lo que se vino a llamar «la noche iluminada». Cuenta una leyenda urbana que cuando un escorpión se ve acorralado se suicida picándose con su propio aguijón y que en esos momentos es más peligroso que nunca, dejándose llevar por la desesperación. Pues algo parecido debió sucederles a los milicianos del Frente Popular, los cuales, siendo conocedores de que el ejército sublevado se estaba organizando, quisieron causar el mayor daño posible antes de caer y decidieron iluminar Sevilla. Aquella noche del 18 de julio de 1936, de forma milimétricamente organizada, ardieron al unísono la Iglesia de San Roque, perdiéndose para siempre las imágenes del Nazareno y de la Virgen de Esperanza, la Iglesia de San Julián, la de San Román, la de San Gil o la Iglesia de San Marcos, en la cual fue devorada por las llamas una imagen de San Marcos tallada en el siglo XVIII.

La locura de un bando trajo, irremediablemente, la locura del otro, y el odio se cobró con la misma moneda. La represión tras la victoria de los nacionales fue igual de brutal, como describe Nicolás Salas en su gran obra. Me sobrecogió de manera especial una carta manuscrita por un sevillano llamado José Luis Marmolejo, un obrero artesano que fue recluido en el Salón Variedades, el cual fue reconvertido en cárcel provisional, debido a que la ciudad se quedó sin espacio para albergar a tanto preso. Incluso un barco de la Compañía Ybarra, el Cabo Carvoeiro, fue requisado y atracado en el Muelle de las Delicias para igualmente recluir a sevillanos que habían formado parte del bando miliciano, o no, porque en aquellos días en Sevilla la Justicia brillaba por su ausencia. Imaginen lo que tuvo que ser aquello. Un simple vecino que tuviera lo más mínimo contra ti podía ser el motivo para que te vieras hacinado en las bodegas de aquel barco.

En aquella carta manuscrita, enviada por Marmolejo a su familia decía: «Querida familia, alegraos de nuestro estado de salud, estoy, sigo igual. Aún no me han tomado declaración, ni sé de qué me acusan ni por qué motivos estoy aquí. Ni los sospecho, esa es la realidad. Creo que el expediente que podía explicar el por qué de mi detención está extraviado y me preguntan a mí por qué me detuvieron, cosa que yo deseo saber también. ¿Qué os parece, es rara mi situación, verdad?». José Luis Marmolejo fue fusilado sin juicio previo.

Hace ya varios años, casi veinte, que leí el libro de Don Nicolás, Sevilla fue la clave. Y aquella carta de aquel pobre preso me marcó para siempre. Desde entonces, cuando paso por la calle Trajano y veo el edificio de Aníbal González en el que estuvo el Salón Variedades, ese que años después sería el Cine Trajano y posteriormente la Sala X, no puedo evitar imaginar a aquel pobre hombre asustado, escribiendo aquellas frases para tranquilizar a su familia, a la que no vería más. Por eso, cuando veo hoy a esos políticos jóvenes jugar con lo más sagrado que tenemos, la Paz, no puedo evitar pensar: «Perdónalos, Nicolás, porque no saben lo que hacen». ~