Voy a defender a los esaboríos, esto es, a esas personas que no nos gusta la Feria, que son muchas. Cuando hace años le dije a una sevillana grasiosa y mu sevillana que yo en Feria me iba de camping me contestó: “Eso es lo que tenéis que hacer los esaboríos, así nos dejáis tranquilos a los demás”. Toma ya, he ahí respeto y tolerancia. Ahora alguien podría decir que es incitación al odio hacia los no feriantes por decirme eso o incitación al odio contra los feriantes por quererme ir de camping y despreciar una fiesta tan maravillosa pero no, la Sevilla de los esaboríos y la de los feriantes se llama Sevilla gran ciudad, parecido a Madrid donde las fiestas de San Isidro son algo que se celebra por ahí por una parte de Madrid mientras la ciudad sigue su curso o la inmensa mayoría de la gente se larga a las playas de Gandía que tampoco sé qué clase de descanso es ése –atascos y más atascos y el calor que hace en Gandía- pero es que yo no entiendo nada porque soy un esaborío.
No creo en la alegría del andaluz ni en la del sevillano, eso lo dejo para los tópicos de por ahí pero a mí no me la dan. Creo que son más alegres los vascos y los cántabros que los andaluces. Me impresionó mucho la frase que recoge Blas Infante en su obra: “Los hombres más tristes en las tierras más ricas”. Eso deja huella y todavía la veo porque Andalucía ni se beneficia aún de la riqueza de su tierra y menos de la industrialización que generaría si hubiera mejores empresarios y más independencia de Bruselas.
Hay un tipo de sevillano que parece como si se viera obligado a hacerse el gracioso y a destacar por allí donde vaya. Una vez vi a un grupo de sevillanos bailar sevillanas bajo la Torre Eiffel y sentí vergüenza ajena. Otras veces los veo por ahí, viajando en avión, y hablan muy alto, como para hacerse notar. ¿Tan poco se quieren? A mí el grasioso sevillano no me hace gracia alguna, por ejemplo Manu Sánchez, anda que no ha decaído nada La Cámara de los Balones en Radio Sevilla desde que se fue el ingenio gaditano del Yuyu y los suyos. Hasta Ronquillo, que es periodista, tiene más y mejores salidas que Manu, un hombre que curra mucho y se abre paso pero qué le vamos a hacer, como soy un esaborío no me hace gracia.
Rompo una lanza por los que no van a la Feria, por los que no les gusta y por los que están en ella a la fuerza porque ya que tienen caseta propia qué van a hacer, habrá que ir. Y homenajeo desde aquí a esas sufridas y sufridos madres y padres que soportan la calle del infierno a pesar de que ya no esté el Teatro Chino de Manolita Chen –que se murió no hace mucho en un asilo en Espartinas- o esas tómbolas de papeletas sin premio y tal vez por eso gritábamos los esaboríos: “La tómbola toca, si no un pito, una pelota”.