Paco Pérez Valencia: títulos, subtítulos, metáforas, trazos y simbolismos

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26 nov 2018 / 20:21 h - Actualizado: 26 nov 2018 / 11:23 h.
"Arte"
  • Paco Pérez Valencia: títulos, subtítulos, metáforas, trazos y simbolismos

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Pero una exposición como la de PACO PÉREZ VALENCA, que no deja a nadie indiferente, tiene muchas más lecturas comenzando por los extraordinarios títulos y las frases que introduce en cada obra y por las técnicas que ha usado para intensificar el mensaje. El artista -parece indicarnos- es un naúfrago que intenta llegar a la costa siempre, que utiliza al arte como una vía mediática entre él y el todo, alguien que no puede permanecer -pese al autismo al que se somete a la hora de crear- al margen de la situación del mundo que le rodea, sino implicarse, usar el arte como denuncia y protesta para él no sólo en el sentido político, sino humano.

Insistiendo en el hecho de que esta exposición es un acto de libertad y sobre todo valentía, merecería considerar simplemente los títulos con los que ha designado a cada obra, los cuales, pondrán sobre aviso a los que la vean y a los que no, de hacia dónde han ido sus derroteros. El hombre mundano, el gentelman que irradia una sonrisa y mirada magnéticas, que se explaya en la oratoria en auditorios internacionales en los que también ha aprendido todo eso que no es la pintura, pero que necesita a la hora de expresarse, debe ahora regresar a sus cuarteles de invierno, cerrarse en sí para devolver cómo él mismo dice, todo cuánto ha recibido. En este sentido, esta exposición supone un acto de generosidad y de gratitud, compartir públicamente lo que ha recibido de ellos y lo que ha hecho en privado.

Para hacer esto, PPV ha debido hacer un viaje a la inversa en el camino del arte: partir de lo que sabe de pintura hasta lo que quiere olvidar para después reconstruirla. Creación, deconstrucción y reconstrucción en igual medida que en sus inicios hacía. En ese tránsito, él mismo se ha ido formando como persona uniéndose a la Humanidad (con mayúsculas), con la que se identifica.

Pintar y todo artista lo sabe, significa partir de una selva o de un desierto, atravesarlos, recorrerlos a ciegas, quitar y/o poner, en cualquier caso realizar un ejercicio de introspección que sea capaz de extraer algo que aunque involuntariamente sirva al mundo, y nos consuele, reconcilie con esa sociedad agitada y nosotros mismos, con el gozo que supone vivir y crear, si quiera fuese a través del dolor que compartimos, la angustia, el “elam vital” que parece que ha dejado de existir fuera del marco de la filosofía. Es por esto por lo que esta exposición de PPV, pertenece de lleno a esa corriente que tiene en cada individuo, el peso -para nada leve- del ser, y en consecuencia, la encuadraría en el existencialismo puro.

Con independencia de las series que incluyen las 18 obras de “El hombre más solo”, el gran mural de 27 Dibujos Salvajes (individuales/unidos), las piezas sueltas “Capaz de Cualquier cosa”, “Pasolini” o “La Gran Ola”, bastará mencionar sus títulos para saber hasta dónde se ha sumergido en sí mismo, en la pintura, en nosotros y en todo, como son: “Como el silencio de un poeta que ya no escribe”, “Hacer un libro secreto en el que no aclare nunca la niebla”, “Y después llega el olvido”, “Roto”, “Va a ser duro mi final”, “Fugaz, Fugitivo, Perdido”, “Dejar de existir por ti”, “Sólo la lluvia”, “Arena negra”, “Mírame siempre así”, “Si esto es un hombre”, “Como un Dios”, “Hombre de dos patrias”, “S. Francisco Molina”, “El alma de todas las cosas”, “(Si, amigo mío), Al menos nos queda la soberbia”, “... El Mundo Fascinante”, “Con un poco de esta soledad me basta”, “Mi mundo”, “Otra vez perdido”, “¡Soy un cretino!”, “¿De verdad puede el arte cambiar el mundo?”, “Todas mis estrellas”, “La Nada”, “Así empezó todo /(y así acabará todo. En la nada)”, “En mis miedos mando yo”, “Las dos cabezas”, “Haré un mundo nuevo como un Dios”, “Un artista nunca se rinde”, “Aceptaré todo lo que venga” y “Haz que todo merezca la pena”.

Obras que merecen mayor comentario porque como dije no son sólo sus títulos, sino las imágenes (collages), trazos y textos que inserta y que debo referir para comprender la exposición y su proceso, la evolución del artista que se ha ido (trans)formando en ella, pues se nota lo que se ha dicho a sí mismo y quiere compartir en un grito solidario ante el dolor humano. Rótulos que sitúa arriba, abajo, centro o toda la obra, hechos con dripping, transferibles o intencionadamente con regular caligrafía en mayúsculas: “Un individuo que haga algo proponiéndose cambiar el mundo (soy un cretino)”, “¿Por qué persisto si nadie me espera? Con un poco de esta soledad me basta”, “El alma”, “mira lo que ocurre detrás”, “las sombras viven eternamente”, “sueño de mí mismo”, “Soy un volcán que habita llamas”, “Aceptaré todo lo que venga. Pero no renunciaré a la lucha. Sea como sea no habrá rendición”, “¿De verdad el arte puede cambiar el mundo?”, “Dejar de existir por ti”, “¡Otra vez perdido!”, “Autor aún cautivo por la vida busca un poco más de tiempo”, “Un rostro negro que me está mirando en silencio, en sombras, invencible, en estado puro”, “Estoy pensando que sólo por ti este mundo es fascinante y no quiero morir todavía. A tus pies, mi princesa. Sólo por ti. Un mundo fascinante”, “Fugaz. Fugitivo. Perdido”, “Me sentía como un Dios. Hombre de dos patrias”, “Un rostro negro que me está mirando en silencio. En silencio. En sombras. Invencible. En estado puro”, “Moriré por ti. A pesar de todo soy dueño del mundo y amo todo esto” y “Aquí estoy, mi negra, esperándote, sin esperanza, sin temor”.

La niebla, la lluvia, la ola, los rostros oscuros y la arena negra, son parte de esa mística que se encierra en la misma “Noche Oscura del Alma” de s. Juan de la Cruz y por tanto vía ascética, poesía pictórica, a la vez que representación de los nocturnos magnánimos de Sanlúcar, y por supuesto, parte de esa indagación a la que se sometió mientras los hizo. La negra que le espera puede que se refiera -igual que la Gran Ola- que todo lo traga, al tránsito de la muerte para el que se prepara aceptando la doble responsabilidad de hombre y artista.

Títulos, subtítulos, entretítulos, como cartelas de advertencia que escenifican la crisis del mundo, su irracionalidad, lo absurdo; manifiestos que son frases lapidarias como pancartas en las protestas urbanas o letreros de outsiders que nos asaltan por las calles: un revulsivo contra la desigualdad, un alegato a favor de la equidad.

La representación de todo esto pone de manifiesto por otra parte el hecho -no por sabido, suficientemente recordado- de que para que se produzca una exposición, ha debido pasar el autor por una serie de temores basados en su incertidumbre creativa y en la aceptación de sus obras, máxime cuando como Juan Ramón, se ha desnudado de todo artificio. Se olvida también, que cada exposición es un nacimiento y que para ello se ha debido morir, renacer, quitarse capas hasta llegar a la esencia. Nos encontramos pues ante un autor “esencialista” que se ha servido de trazos y de la reiteración de siluetas de cabezas de donde emergen rostros desdibujados, que suponen una abstracción de la forma, que aparecen en una soledad como tallada y rotunda, o bien se acompañan de collages, recortes de prensa, spray sintético, tinta líquida, tiza, cera, lápices grasos, óleos y pasteles sobre papel hecho a mano o lino sin imprimación (con la excepción del Fabriano del Mapa Emocional). Recortes de prensa con sus pies de fotos, que junto a las frases que introduce y los títulos, nos dan la visión en 360º de lo que quiere que sintamos: complicidad o mirar como si nada ajeno nos afectara.

Pero el artista no tiene porqué ser obligatoriamente un revolucionario, en cualquier caso, promover como él hace una Revolución Pacífica desde, con y para el arte, ser un testigo de un modo de hacer y por extrapolación a cierto punto, de su época. Muchísimas más cosas podrían decirse de esta exposición en el que le hemos visto desde sus primeras dudas a la fortaleza de las últimas, pero debo de concluir y me agradaría hacerlo diciéndole que lo que hacemos, no es otra cosa que una lucha imposible contra el tiempo y el olvido.

Nadie sabe si a partir de ahora PPV va a seguir por esta vía de síntesis minimalista de formas, maximalista de significados, o decantarse por lo que ha hecho últimamente en el espacio, ocupando paredes, techos y suelos. Antes de despedirme, quiero dar también las gracias a los miembros de la Caja China, a su director y también pintor Pepe Barragán y Mercedes Sánchez-Lanuza por las facilidades que me han dado y porque la exposición es difícil también para ellos, a no ser efectivamente que vayan los del MOMA o los del CAAC sin ir más lejos.