Es 13 de abril. Apenas ha amanecido, llueve a cántaros y escribo con una bufanda al cuello. Veo que mañana (hoy, si hay alguien leyendo esto) empezará la Feria. Pero la vista se me va a una noticia que dice que los chinos van a mandar este año una misión a la Luna para cultivar dentro de una lata papas, flores y gusanos de seda, un trío que resume las claves de la vida: el cuerpo, el alma y la muerte. Leo también que los rusos están dispuestos a llegar a un acuerdo satisfactorio con Donald Trump sobre la forma más conveniente de acabar con la vida sobre la Tierra si el americano bombardea Siria, como ha prometido hacer. Y de paso me encuentro con que un tornado ha pasado por la zona turística de Sevilla tirando veladores y japoneses, o lo que quiera que hubiese por allí a esas horas. Me apena pensar que hoy (ayer para usted, si sigue ahí) es el último día climáticamente sensato, y que a partir de ahora volverá el calor horrendo con sus jaramagos resecos hasta que el Día de Difuntos, dentro de siete meses, recuperemos la palabra entretiempo. Si es que llegamos, claro. Porque aparte otros posibles azares e imprevistos, que nunca se sabe, está el acuerdo ese entre rusos y americanos para volarse mutuamente la cabeza extendiendo esa cortesía al resto del género humano y afines. Dice Trump que tiene cohetes muy inteligentes capaces de evadir los revolucionarios sistemas de detección inventados por Moscú (joder, cómo llueve). Yo solo tengo en la mente la imagen de los niños gaseados por su propio gobierno, y se me antoja un tráiler de lo que nos espera. Creo que los chinos hacen bien desarrollando esa misión espacial, pero creo que sería preferible que en vez de irse a la Luna, tan lejana y tan estéril, bien podrían arrojar unas cuantas latas de esas aquí mismo, en la Tierra, a ser posible en la cocorota de quienes mandan (ahora hay tecnología que lo permite) para que comprendan de qué va el rollo. No sé. Empieza la Feria y yo ya estoy cansado.