Si no les cuesta madrugar vayan a verla. Y no olviden rendirse ante el Señor de los señores, que sale del Sagrario para bendecir calles y casas. Se trata de renovar un hermoso y antiguo rito: el cumplimiento eucarístico de enfermos e impedidos en el tiempo de la Pascua Florida. Hablamos de la salida de la Sacramental de San Lorenzo, antiquísima hermandad fundada o renovada por Teresa Enríquez –la loca del Sacramento que trajo la bula de Roma– en plena tormenta contrarreformista. El cortejo condensa viejos ceremoniales, el esplendor de la liturgia que sobrevivió a las marañas posconciliares. Un bando –revuelo de carráncanos y sones de cornetería– anuncia la procesión. A partir de ahí todo es un deleite: desde el hermoso guión que señala la presencia real del Santísimo, hasta ese palio de mano que reserva la comunión. La Marcha Real realza la entrada y salida de la Majestad en las casas de los enfermos. Los hermanos de chaqué, los faroles de mano, las insignias venerables, la plata bruñida, el esplendor del acolitado y la inconfundible cera roja otorgan carácter a este cortejo medido en el que no sobra ni falta nada. Suena Corpus Christi en la calle Hombre de Piedra y restallan los ecos de la leyenda de aquel descreído que acabó convertido en estatua al paso de la comitiva. La Sevilla íntima se abre paso por las calles de San Lorenzo en la mañana del Domingo de la Ascensión a golpe de esquila. ~