George Pell, cardenal de la Iglesia católica, consejero del Papa Francisco y responsable de las finanzas del Vaticano, ha sido condenado por violar a un muchacho que cantaba en un coro y por abusar de otro en los años noventa. Es decir, George es un sacerdote pederasta que tendrá que cumplir la pena correspondiente por ello. Otra alhaja.
Como todos los pederastas, Pell es un ser despreciable, obsceno y repugnante. Algunos sacerdotes y buena parte de la cúpula (que siguen ocultando y defendiendo, de forma bochornosa y hasta donde pueden, a estos sinvergüenzas) hablan de Satanás, del mal que les atrapa y les obliga a cometer actos que causan estupor. Podrán llamarlo como quieran, podrán utilizar tantos eufemismos como les apetezca, pero son sujetos que han destrozado la vida a miles de personas, son escoria que supone un auténtico lastre para todos. Son unos mierdas y punto.
Acaba de terminar la cumbre sobre abusos que se ha celebrado en el Vaticano. Ciento noventa mandatarios de la Iglesia católica se han reunido para tomar medidas con las que evitar esas agresiones sexuales. Y más de lo mismo. Perdón a las víctimas, a ver si somos capaces de evitar estas cosas y un saludo a todos ustedes, que les vaya bonito. Por supuesto las víctimas están disgustadas a más no poder.
Verán, George Pell fue apartado del Consejo de cardenales por motivos de edad. En la cúpula sacerdotal, ya se sabía lo que ahora es público. Y no se le retiró por pederasta. Se blanqueó lo que era este golfo, este depredador sin escrúpulos. ¿Hasta cuándo se seguirán haciendo estas cosas en el seno de la Iglesia? ¿No entienden los que no han cometido actos tan deplorables que todos tendrán que cargar con las culpas? El Papa, los cardenales, los arzobispos y obispos, y los sacerdotes del mundo entero, deben pensar sobre lo que ha pasado y sigue pasando. Sí, sigue pasando y todos lo saben. Ayer, el portavoz del Vaticano, Alessandro Gisotti, leía un comunicado que decía: "Para garantizar el curso de la Justicia, el papa ha confirmado las medidas cautelares ya dispuestas al cardenal Pell desde que regresó a Australia, o sea que en espera de que se confirmen definitivamente los hechos, a Pell se le prohíbe de manera cautelar el ejercicio público del ministerio sacerdotal y como norma el contacto en cualquier modo y forma con menores de edad". A buenas horas...
Abusar sexualmente de un niño es, en sí mismo, un acto atroz, injustificable y terrible. Si esos abusos son cometidos por sacerdotes o frailes, si alguien utiliza la sotana o el hábito para abusar de un crio, si se pone al mismísimo Dios por delante para ser un cerdo, todo deja de tener sentido para millones de personas que confiaban en un grupo de personas que deberían ser los altavoces del Evangelio. Nada más y nada menos. Los no creyentes miran estupefactos y los que están colocados enfrente de la Iglesia católica señalan gritando que ya lo sabían ellos, que se les veía a la legua...
Habrá que confiar en la Justicia para que este tipo cumpla una condena adecuada; él y toda la caterva de pederastas que se esconden en iglesias, conventos y seminarios. En la justicia humana. La divina, si es que existe, por lo que parece se aplica en el más allá.