Pedro Sánchez y Susana Díaz: condenados a entenderse

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29 nov 2015 / 07:53 h - Actualizado: 28 nov 2015 / 20:03 h.

Ha bastado una escena del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez tomándose una cerveza con su amigo el socialista sevillano Alfonso Rodríguez Gómez de Celis en un restaurante de la capital andaluza para que, de nuevo, surjan los fantasmas que hablan del ya conocido enfrentamiento del primero de ellos con Susana Díaz. Recientemente, ambos acordaron guardar, al menos, las formas y aparcaron diferencias ante el serio compromiso electoral que tienen por delante que ya es decir después del enojo que produjo en el seno del PSOE andaluz la operación de los fichajes realizados por Sánchez de cara a esas elecciones. Además, para alejar dudas se fijó una agenda con una presencia continua del candidato a la presidencia del Gobierno en nuestra comunidad compartiendo cartel con Díaz en determinadas ocasiones.

A partir de ahí se estableció un relato de concordia, fotos con tiernas escenas de confraternidad, cruce de elogios y lo que hiciera falta con tal de proyectar una elemental imagen de unidad y coherencia ya que, como se sabe, si algo castiga en especial el electorado es la división interna en los partidos políticos.

En esas estábamos cuando Sánchez no tuvo mejor ocurrencia que, tras una intensa jornada electoral, con mitin incluido en Almonte, pernoctar en Sevilla para continuar al día siguiente su recorrido por estas tierras. Se atrevió, ya en sus horas de asueto, a quedar con Celis para contemplar por televisión un partido de fútbol y otros programas en un restaurante que cuenta con una clientela habitual formada por políticos entre los que se encuentra el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, vecino de la zona. De ahí a la tragedia quedaba un trecho muy corto. El suficiente para que, de inmediato, llegara a oídos de todos tan tierna cita convertida por otros en un grave gesto más de deslealtad hacia la dirección del partido en Andalucía. Así, de golpe, todo el esfuerzo realizado era arrojado a la cuneta desatándose, otra vez, las suspicacias y reticencias conocidas con anterioridad y que se consideraban ya superadas. Pues no. A lo que se ve, todo sigue igual y si no se han agravado aún más es porque estamos metidos en plena campaña de tal modo que cuando termine el recuento electoral las cosas volverán a su sitio de plena confrontación y reproche mutuo cuando no de verdadera pugna cara a cara por el poder en el seno del partido.

Los hay, incluso, que disimulan muy poco su impaciencia por desatar cuanto antes la beligerancia hasta ahora retenida y enseguida se afanan por encontrar puntos de desacuerdos y hasta contradicciones en el discurso de ambos como ha ocurrido con el caso Abengoa. Afinan al máximo para discernir diferencias cuando, en realidad, los dos han venido a decir lo mismo: la necesaria intervención pública, y más en concreto del Gobierno de la nación, de una u otra forma, para salvar a esta empresa clave para la economía española y ,en particular, la andaluza. Es decir, el clima de paz establecido es muy precario dándose por seguro que saltará por los aires en cuestión de días, en cuanto se cierren las urnas. Se da ya por inevitable el desencuentro de los dos dirigentes que se vienen marcando mutuamente desde hace tiempo. Y si una simple cerveza ha provocado tal tumulto interno cabe preguntarse que no ocasionarán, por ejemplo, los contactos que mantiene con asiduidad Díaz en Madrid y de los que es perfectamente conocedor el propio Sánchez.

En fin, hay que suponer que lo único que debe consolarles es que ya queda muy poco para sostener el disimulo. En cuestión de días se quitarán las caretas y , de golpe, entraremos en un plano muy diferente y al que ya nos tienen acostumbrados en el PSOE. Por tanto, ya sabemos el final. Lo único que se les pide es que dejen, aunque sea momentáneamente, ese ruido pertubador y se centren en lo verdaderamente importante: ofrecer lo mejor de ellos y del partido al que representan. Luego, los ciudadanos decidirán.