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Los medios y los días

Perdió el progresismo

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30 abr 2019 / 08:25 h - Actualizado: 30 abr 2019 / 08:34 h.
"Los medios y los días","Elecciones Generales 2019"
  • La secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, junto a los miembros de la ejecutiva, en la noche de este domingo en la sede regional del partido en Sevilla tras conocer la victoria del PSOE en la Elecciones Generales. EFE/Julio Muñoz
    La secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, junto a los miembros de la ejecutiva, en la noche de este domingo en la sede regional del partido en Sevilla tras conocer la victoria del PSOE en la Elecciones Generales. EFE/Julio Muñoz

Progresismo: “Ideología y doctrina que defiende y busca el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos y especialmente en el político-social”. Progreso: “Desarrollo continuo, gradual y generalizado de una sociedad en los aspectos económico, social, moral, científico, cultural, etc.”.

Según las últimas elecciones, en España, Andalucía y Sevilla han perdido el progresismo y el progreso. Ha ganado la que se autodenomina izquierda pero no es la izquierda la que ha ganado, es una autodenominada izquierda con fondo místico, inculto, sumida en la ortodoxia de la ignorancia. ¿Entonces tendríamos que haber votado a la llamada derecha? No, porque la derecha política española sigue siendo vieja, borbónica, represiva, está más cercana al antiguo que al nuevo régimen, más lejos de las revoluciones industriales y tecnológicas que de la artesanía medieval, más cerca del Jesús del madero que del que anduvo en la mar.

He ahí el problema que veo: la soledad del progreso cognoscitivo, del progreso social, cultural, filosófico y científico sobre la base del esfuerzo y del mérito, no de visiones idealistas, clientelistas y religiosas laicas, el encumbramiento de la mediocridad frente al que lucha, el derribo del estudioso y del creador incansables frente a una especie de caridad que sustituye a la justicia. A cada uno según su esfuerzo y su mérito, eso no, la frase se tuerce: a cada uno porque es masa, no porque sea cada uno, con su singularidad.

Todos debemos partir de la misma línea de salida pero el pseudoprogresismo no respeta adecuadamente cómo se va desarrollando la carrera que cada cual emprende. En la enseñanza, impulsa planes que terminan por crear indolentes y listos, no personas emprendedoras y críticas. También profesores funcionarizados y otros competentes a los que roba su autoridad y alumnos a quienes premia con becas aunque suspendan asignaturas mientras que el que las aprueba con nota no obtiene nada a cambio en un mercado laboral que no siembra porque el pseudoprogresismo ha renunciado a crear un amplio sector público productivo y competitivo. El pseudoprogresismo está vaciando las aulas de la universidad y desconectándola de la realidad laboral y empresarial para no aportar docencia crítica alguna. A jóvenes aniñados, mimados por sus padres inundados de pseudoprogresismo y después adulados por el mismo pseudoprogresismo, niños pícaros y a veces parásitos, les corresponden profesores listos pero no brillantes.

El llamado progresismo otorga gran importancia a lo público pero da matrículas universitarias gratis sin fiscalizar intensamente la calidad de la docencia y del discente; a la docencia la ha convertido –junto con la investigación- en una carrera de burocracias donde con una docena de artículos pretendidamente científicos y publicados en revistas pretendidamente científicas, bautizadas como prestigiosas, se puede llegar a tener un trabajo indefinido. Lo gratuito se identifica con progreso pero sin seguir muy de cerca qué se hace con ese dinero se llegan a crear jóvenes que, tal vez sin querer y sin saberlo, roban al Estado al no cubrir adecuadamente el privilegio que se les da cuando otros estarían dispuestos a hacerlo.

El falso progresismo son sindicatos que no son sindicatos sino subidores de sueldos aunque sigan siendo necesarios por aquello de que el hombre es un lobo para el hombre. El falso progresismo es el buenismo en la mujer y en el migrante, el falso progresismo es la vulneración del lenguaje, el estímulo de la concentración mediática, de la cultura digital, de la colonización anglosajona y de la censura de libros porque se supone que son machistas y entonces se permite el lujo de robar los objetos de estudio a los investigadores.

El falso progresismo es introducir modas subvencionadas en las temáticas de las investigaciones en ciencias sociales y humanidades aunque ya estén investigadas hasta la saciedad, el falso progresismo es la falta de autocrítica y la descalificación inmediata del disidente, el falso progresismo es la debilidad con el enemigo de la cultura en la que uno se ha formado y avergonzarse de la historia de la que se deviene.

El falso progresismo es la soledad del librepensador y la presión del grupo sobre el diferente, la creación del marginado por arriba, la mediocridad como discurso hegemónico, la anulación total de la historia como maestra de la vida y sin maestra y sin madre no se puede ir por el mundo. El falso progresismo es la orfandad del que comprende y lucha.

¿Qué hacer entonces? Respetar la voluntad de la gente, aguantarlo, criticarlo y pensar que tal vez de entre los principios de todos los partidos políticos relevantes se podrían extraer postulados que comenzaran a terminar con esta crisis cognitiva. La democracia es un mal menor –como diría Nietzsche-, un mal necesario que exige respeto pero no ausencia de crítica, sea quien sea el vencedor de unos comicios. La toma de conciencia de este hecho permite progresar y mirar al siglo XXI con el fin de hacerle frente a toda la crueldad que lleva consigo. El progresismo –tomado tal y como se entiende hoy- es un obstáculo para la libertad, entendida como desarrollo del conocimiento auténticamente libre. Lo peor es que no hay alternativa, salvo en círculos pequeños. La vida se ha convertido en la búsqueda de un hueco en el que exiliarse, estudiar, tener alimento y salir sólo puntualmente para verse con personas muy concretas.