No puedo más. No soporto esa moda idiota y peligrosa. Al estreno teatral asistieron famosos como Steven Spielberg, Antoñito el Camborio o Pitita Ridruejo, dice la locutora ufana y escribe el despreocupado redactor, felices ambos por haber usado el correspondiente molde ahorrándose con ello las complicaciones propias de pensar. ¿Famosos como? ¿Qué es un famoso como? Es más, ¿qué o quién es un famoso como Spielberg, Antoñito el Camborio o Pitita Ridruejo? ¿Alguien podría desentrañar la oculta coherencia de la frase proporcionándome aunque fuese un solo nombre? ¿Quizá María Jesús y su acordeón (aunque a lo mejor habría que decir María Jesús o su acordeón, siguiendo el esquema disyuntivo del asunto, que es lo que se lleva ahora), Garcilaso de la Vega, Matías Prats? ¿Qué clase de comparación establece esta absurda construcción sin pies ni cabeza? Sobre la mesa había libros como El amor en los tiempos del cólera, Hamlet o Mein Kampf, escriben. Es delirante. No hay libros como El amor en los tiempos del cólera ni casi como ninguno otro de los que merecen ser así llamados, ni hay famosos como Spielberg, ni hay monumentos como la Torre Eiffel, ni catástrofes como la de Siria, ni penas como la suya. Sin embargo, por la peregrina razón de la molicie, permitimos que la ideología pervierta una vez más el lenguaje y nos haga pensar que sí los hay; que la vida es tan de molde como sus frases más memas. No deje que lo convenzan. No hay gente como usted o como yo. Todo cuanto percibimos, somos y sentimos es único. Ya lo cantaba Peret: Borriquito como tú, tururú. Pues eso, tururú.