Pic-nic de Semana Santa

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02 abr 2018 / 22:51 h - Actualizado: 02 abr 2018 / 22:52 h.
"Hispalíneas"

La Semana Santa de Sevilla, a pesar del estereotipo sobre sus riquezas, era una fiesta austera. Quienes la disfrutaban recorriendo cada día los puntos cardinales de la ciudad apenas si gastaban lo necesario para reponer fuerzas. Los nazarenos realizaban su estación de penitencia o de gozo y los capillitas las suyas. En suma, esos siete días –para unos y para otros– eran inconcebibles como días estáticos. Eso quedaba para los usuarios de las sillas en la carrera, una especie de retiro de personas mayores con nietos o de personas que –de verdad– aquello no le gustaba demasiado y optaban por esa fórmula para hacerse ver o no quedarse en casa. Seamos sinceros: hace 60 años, a patearse la Semana Santa desde dentro de una cofradía o desde fuera de ella iba muy poca gente.

La dinámica de la fiesta ha saltado por los aires y ha entrado en tromba el consumo desaforado. Consumen nazarenos las corporaciones expendiendo papeletas de sitio a recién nacidos que, acompañados alrededor del carrito por abuelos, padres y tíos llenan tramos enteros. Duplican o triplican los que están formados por tiernos infantes de EGB acompañados también por familiares con mucho más ardor del que, seguramente, ponen en pertenecer a las AMPAS. Y, sobre todo, se consume Semana Santa en los millares de grupos que llegan a los aledaños de la carrera oficial armados de sillas, mesas, neveras, termos y un sinfín de accesorios necesarios para comer y beber durante las horas en las que aguardan el paso de su hermandad o de la que toque; a ellos les da igual: han cambado la azotea por la plaza para ir de pic-nic.