La vida del revés

Plácido Domingo y el ‘Me Too’

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24 ago 2019 / 13:48 h - Actualizado: 24 ago 2019 / 11:40 h.
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Yo no sé qué ha pasado. Seguramente, Plácido Domingo ni se acuerda de lo que pasó hace veinte o treinta años. Pero la opinión pública se pone en movimiento en cuanto aparece alguien acusando, bien para defender algo que no se puede demostrar o intuir, una verdad que solo conocen un hombre y un grupo de mujeres; bien para atacar sin ton ni son a uno de los mejores cantantes de toda la historia de la música.

Me refiero a que Plácido es, sin duda, uno de los mejores cantantes de la historia porque ahí está la clave de todo. Plácido Domingo ha sido siempre lo que se conoce como ligón. Otros lo llaman galán. Otros Casanova, mujeriego, conquistador, donjuán... Siempre lo fue y siempre se supo en el mundillo de la música clásica. En todos los grupos humanos hay uno. ¿Quién no recuerda al ligón o a la ligona de clase? Eran envidiados por los compañeros y gustaban muchísimo a los chicos y a las chicas que bebían los vientos por ellos. Ser su pareja te convertía en una persona más popular. Al menos eso creíamos muchos. Es posible (no lo sé) que si pudiéramos ver por un agujero cómo se las gastaban esos ligones nos llevásemos las manos a la cabeza. Es tal la extravagancia puritana que estamos asimilando como buena que todo cabe dentro de la normalidad. Pero creo yo que, aplicando el sentido común, lo que veríamos sería un festival de la seducción. ¿Qué pensaríamos si alguno de los jovencitos y jovencitas de esos institutos dijese que no pudo decir ‘no’ al galán o a la más guapa del curso porque eran como pequeños dioses? ¿Qué pensaríamos si lo denunciasen públicamente convirtiendo aquello en acoso o cualquier otra cosa? Pues, a simple vista, eso es lo que podría estar pasando con Plácido Domingo. ¿Por qué no? ¿Por qué hay que pensar que los flirteos del cantante son acoso y no, eso, flirteos? ¿Existe la erótica del poder y algunos no dudan en postrarse ante ella? ¿Era necesario acostarse (sin desearlo) con el cantante para triunfar? ¿Todas las sopranos de la época tuvieron que mantener relaciones con el cantante para poder subir a los escenarios? Es impensable y ridículo.

Me sorprende que, actualmente, se de crédito a personas que sin una sola prueba (ni una) acusen de algo a otro. No tiene ningún sentido. Me sorprende que el movimiento ‘Me Too’ se esté convirtiendo en una caza de brujas y no pongamos freno. Y me sorprende que sabiendo el altísimo coste que están teniendo estás denuncias (algunas de ellas desestimadas por la justicia) se manejen como si fueran una broma. Kevin Spacey ha perdido todo; al actor le han destrozado la vida; y la primera de las denuncias por acoso y abuso sexual ha sido desestimada por la fiscalia. Woody Allen ya ha pasado por los tribunales, si no me equivoco en tres ocasiones, por el asunto de Soon-Yi que era la hija adoptiva de Mia Farrow y de su anterior pareja, el pianista André Previn. Y en las tres ocasiones ha sido absuelto. Pero tiene todos los problemas del mundo para poder ejercer su profesión. Hay que tener un mínimo de respeto por las personas y por su presunción de inocencia.

El comunicado de Plácido Domingo decía: «Es doloroso oír que he podido molestar o hacer sentir incómodo a alguien, da igual cuánto tiempo haga de ello y a pesar de mis mejores intenciones. Creía que todas mis interacciones y relaciones fueron siempre bienvenidas y consentidas. La gente que me conoce o que ha trabajado conmigo sabe que no soy alguien que pueda hacer daño, ofender o avergonzar a alguien de manera intencionada». Estas son las palabras de un galán, un Casanova, un mujeriego, un conquistador o, si lo prefieren un donjuán. Si alguien puede demostrar que Plácido es un acosador o un violador que lo demuestre. Aunque intuyo que nadie podrá hacerlo. Si alguien quiere asumir como propia y buena la moralina paleta, retrógrada y puritana que llega desde Estados Unidos, que lo haga. Yo me quedo con la cañí, con la que acepta al galán como ligón y condena sin medias tintas al acosador al violador.