Plegaria de arena y altillo

Si cae agua desde arriba es porque existen unas marismas en el cielo. Y allí está Loli, con el Niño de la Virgen que un día la llamó desde el suelo de los cacharritos

26 may 2018 / 21:40 h - Actualizado: 26 may 2018 / 21:41 h.
"La Pasión"
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Te has marchado al cielo cuando tu hermandad acariciaba las horas de un último sesteo de acción de gracias y fuiste a cerrar los ojos en un Hospital que lleva su nombre, Virgen del Rocío. Buscaste los brazos de la Madre de Dios cuando Sevilla ya besaba tu piel morena de tanto pensar en la Reina de todos los caminos que conducen a la fe. Lo había planeado un niño en la aldea, lo sé, el Pastorcito Divino. Lo pensó una tarde que se quitó los zapatos y se puso a correr por la arena de la calle Santa Olalla, buscando varillas de cohetes y cordones de medallas con muchos años de rosario y lágrimas. Andaba saltando surcos y jugando, tatuado su rostro infantil de cientos de churretes, cuando pensó que Loli tenía que subirse a lomos de unas campanas que sonaban a gloria bendita y emprender un último tramo vital de Rocío. El último Rocío. La última vez. El Pentecostés que cerraba el círculo, para siempre.

El Niño rociero de la Virgen eligió los terrenos del campo de la feria para llamar al corazón de Loli porque sabe que en esa parcela se instalan los cacharritos que hacen felices a los niños de Sevilla en la semana de los farolillos y las sonrisas. Y allí, en ese terreno de algodones dulces, castillos y saltos, Loli Peña –que había regresado del camino de arena– echó a volar buscando el otro camino, el de las nubes de la ciudad más hermosa del mundo.

Y llegó a las marismas del cielo. Si cae agua desde arriba es porque existen unas marismas en el cielo. Y allí se encuentra Loli, recolectando florecillas y oraciones, conquistando carriles y senderos eternos. El Niño de la Virgen está sonriendo, travieso, y le hace preguntas de la carreta del Cerro y del Simpecado de un barrio que adora a la Virgen María, su Madre.

Loli se ha llevado al cielo un millón de sentimientos y mucha candela, un atlas de colores y de aromas, una alforja de oraciones y una carriola de guitarra y sagrada eucaristía. Lo sé, lo siento en el corazón.

No llores, Tomás, no te enfades con la Señora. Tu mujer se ha marchado siendo querida, besada por las flores del campo, con la primavera batiendo en sus alas y por deseo del Niño de la Virgen. No escuches las campanas de la parroquia si eso te duele, pero tañen porque Loli os está llamando. Quiere que sacudáis el polvo de los botos y le paséis un poco de grasa antes de guardarlos hasta el año que viene. Quiere que sus batas regresen al altillo limpias y planchadas. Loli ya quiere otro camino, Tomás, ese del que hablasteis tantas veces.

Ahora intenta sonreír y recordarla como era ella. Piensa en la Virgen del Rocío y dile que, a pesar de esta rueda atascada en la arena del dolor, la quieres con toda tu alma. Como quieres a Loli. Como ella te quiere a ti. Óyela. Te lo está diciendo.