Desde 1941, nunca habían nacido tan poquitos niños en España. Desde 1941, tampoco se moría tanto la gente. Casi 180.000 nacimientos y cerca de 226.000 muertes (primeros seis meses de 2018). Es decir que eso que se conoce como crecimiento vegetativo (nacimiento menos defunciones) se acerca a la bonita cifra de -47.000 (atención al signo negativo).
Por otra parte, cada año, los españoles esperan más tiempo para ser papás (en 2017 la edad de madres primerizas superaba los 32 años). Esto quiere decir que ser hijo único en España va a ser lo normal. Por si no era suficiente esto, debemos valorar muy seriamente los efectos que ha tenido la crisis económica que vamos dejando atrás lentamente, una economía que sigue de capa caída y que no concede tregua a la seguridad económica ni laboral del personal. De la posibilidad de conciliar vida laboral y familiar, ni hablamos.
Por cierto, en Andalucía han aumentado los fallecimientos en un 5,3 por ciento y han decrecido los nacimientos en un 5,4 por ciento. Para entendernos, el saldo es – 5.371 personas (otro signo negativo).
Tener hijos cuesta una pasta, hace que la carga de nuestros trabajos se multiplique al convertirse en impedimentos para tratar adecuadamente a las criaturas, llegamos tarde a la estabilidad laboral y económica (si es que a eso se llega alguna vez) y, para rematar, el futuro de este mundo en el que vivimos es una verdadera pena (esta excusa a muchos le parece una patraña porque el futuro siempre fue un asco si lo piensas desde la perspectiva del miedo).
Sea como sea, tenemos un problema extraordinario. ¿Quién trabajará en España pasados unos años para que los ancianitos reciban su pensión cada mes? ¿Cómo se soluciona un problema de esas dimensiones cuando la tendencia es clara y no parece tener fin? Pues la solución se llama, queridos amigos, inmigración. Los inmigrantes trabajaran (lo llevan haciendo años, nos guste o no), los inmigrantes evitarán una despoblación mortal para España y los españoles. Sí, llegará el día en que los inmigrantes no crucen el estrecho en una patera o entre las piezas del motor de un camión o como turistas para quedarse de forma ilegal; llegará el día que no se tendrán que jugar la vida porque iremos a buscarles, con la chequera en la mano. Pasaremos de acusarles de robar los puestos de trabajo a pedirles que los ocupen en condiciones dignas.
Dadas las circunstancias, dado ese índice de natalidad tan preocupante, se debería regular la inmigración de la mejor forma posible y educando a la población en estos aspectos. Porque esto que digo ocurrirá y más pronto que tarde.
Por cierto, cada año hay más dificultades para que se atiendan las labores en el campo. Los jóvenes españoles se dedican a estudiar o trabajan en puestos más cómodos. Los inmigrantes van encontrando trabajos mejor pagados por existir una clara falta de mano de obra. ¿No sería mejor convertir a los inmigrantes en mano de obra útil que obligarles a jugarse la vida navegando sobre un flotador?