Poco antes de morir

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02 mar 2018 / 21:38 h - Actualizado: 02 mar 2018 / 17:40 h.

Ojala el problema fuera la crítica feroz con el adversario, o el aplauso redoblado con el propio, pero la más inútil de las posiciones, es desprestigiar o silenciar a quien te pisa los talones, en este caso los pensionistas. Sería conveniente que no fuera lo más relevante en el ejercicio de la política, dada la emergencia que viven sectores mayoritarios, como los 9,5 millones, con fecha de caducidad.

La discriminación de las mujeres en las pensiones contributivas es la causante, junto a la feminización de las pensiones no contributivas, de que 1 de cada 4 mujeres mayores de 65 años esté bajo el umbral de la pobreza, (62%mujeres, la mitad viudas) cuya pensión contributiva no alcanza los 577 euros al mes.

Hechos de este calibre apuntan a la descomposición de un sistema, que se puede llevar por delante conquistas, arrancadas por los mayores, que hoy disfrutan el resto. Sería más productivo socialmente, con menos parafernalia, menos rituales, y más carga de equidad en prioridades y presupuestos.

Lo último de Montoro, apareciendo tras las movilizaciones multitudinarias de pensionistas, con el regalo envenenado, planteando una deducción en el IRPF para las personas en edad muy avanzada, a sabiendas que de esa medida solo se beneficiaran los que cobran mucho más, ya que el 63% de los pensionistas no declara el IRPF, por la escasa cuantía de sus prestaciones, ingresando menos de 12.000 euros al año.

A pesar de que el 40% son, sus votantes del PP, en estos últimos coletazos han osado decirles cuando seáis muy ancianitos, os haré una rebajita. Intolerable, además del efecto bumerang. No se debe consentir, que sea la respuesta a quienes han levantado horadamente con muchísimo esfuerzo, esta España encallada.

El Presidente dice que ahorren, y completen la pensión, amén de los cantos de sirenas de la cohorte, que apuntan a subir sin pudor la edad de jubilación, y a no excederse en la revalorización más allá del 0,25, emplazando a la privatización, como panacea tras el opaco vaciamiento de la hucha. El pacto de Toledo se ha desmontado, y siguen obsesionados con las encuestas, Cataluña, y amordazando el país.

Sería suicida, no atender un conflicto de altísima intensidad, que da de comer a tres generaciones, abuelas, padres e hijas, que trajeron la democracia, y nos advierten que esto se desmorona, que ya es insostenible, que hay que levantarse del sofá, incluidos los jóvenes, y defendernos de quienes nos están esquilmando. No olvidando a Bertolt Brecht: ahora me toca a mí, pero ya es demasiado tarde.