Poderío mental

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17 may 2016 / 20:28 h - Actualizado: 17 may 2016 / 20:32 h.

En algunas películas, el perseguido ve con angustia a su perseguidor en todo aquel que pasa a su lado, sea hombre, mujer, o niño. Todos tienen el rostro del malvado, todos son él. No es sólo un recurso expresivo. Ocurre de verdad. Recuerdo haber visto hace muchos años en el paseo marítimo de mi pueblo de adopción a una persona a la que por aquel entonces no quería ver ni en pintura. Ahí estaba, omnipresente, repetido, en el semblante, el perfil y hasta la espalda de todo aquel que caminaba por allí. Es una sensación tan real que por un instante te estremece, aunque enseguida comprendes de lo que es capaz tu cabeza cuando estás bajo una fuerte presión.

Esa otra imagen un poco ingenua de las viñetas, el tipo abrumado por sus problemas o sus responsabilidades al que dibujan como un personajillo minúsculo que carga con un enorme piano de cola, la bola del mundo, o cualquier otra cosa grande y pesada, también se produce en la realidad. Sentí el planeta Tierra sobre mi espalda en una ocasión en la que tuve que asumir de golpe y porrazo una responsabilidad laboral inesperada y que, en principio, me resultaba difícil. No es que utilizara ese símil para explicar de forma gráfica lo que me pasaba; es que notaba con sorprendente crudeza un peso muerto en el lomo que casi me paralizaba, hasta que logré librarme de él a base de estudiar, hacer un máster en la materia y trabajar incluso durante los trayectos en autobús.

Seguramente las macizas del gran Forges no son mujeres gigantes, pero así de inalcanzables las ven los minúsculos Marianos que las admiran. Pibones XXL.