Sería deseable, y hasta muy sano, que pasáramos a otras cosas. Ajenas a la política, aunque política es todo. A los ciudadanos nos vendría bien un descanso, como unas vacaciones, digamos, de necesidad perentoria. No sé si el motivo de que los ciudadanos se alejen cada día más de los medios de comunicación tradicionales en favor de las redes sociales, es por la política, por hastío. Lo sé por mí mismo, porque cuando cuelgo en mi muro de Facebook un artículo de política suele tener menos tráfico de lectores que si escribo sobre la vega de Mairena, Cuatro Vientos, los caracoles o mi perro Surco. Un célebre politólogo me dijo una mañana que los que escribían de política acababan aislados. Así que un día al mes, como mínimo, estaría bien que escribiéramos de algo que no tenga relación con la política. No es fácil, pero merecería la pena intentarlo. Salgamos a la calle, entremos en las tabernas y en los mercados y contemos historias que nos unan y no que nos separen. Ahora mismo acabo de ver un lindo jilguero en la ventana de mi despacho.