En la política española actual, nadie parece fiarse de nadie y todos se intentan deshacer de cargas y difíciles decisiones. Mejor que se hagan cargo otros, parece ser la consigna.
El tacticismo con el que se manejan los líderes políticos de las principales fuerzas políticas españolas es irritante y dice mucho de la poca visión de futuro de todos ellos. Se piensa más en los diez minutos siguientes que en el futuro de la nación; los intereses personales y partidistas parecen estar por encima de los generales. A poco que alguien piense en lo que es la política española, las posibilidades de echarse a llorar desconsoladamente son muy altas.
La investidura de Pedro Sánchez y la posterior formación de un Gobierno se están retrasando porque los apoyos no están del todo claros. Sánchez debe hacer cuentas, pero lo que no puede es prescindir de Podemos. Sin esos votos no hay nada que hacer. Eso lo sabe Iglesias y, por eso, aprieta hasta dónde puede. Quiere tener un puesto en el próximo ejecutivo. Le encantaría ser ministro, tener coche oficial, un sueldo estupendo... El problema es que Sánchez sabe que eso sería pegarse un tiro en el pie. Ahora que tiene a Podemos contra las cuerdas sería políticamente estúpido dar aire a su adversario natural en la zona izquierda del mapa político. Puestos a zanjar asuntos, Sánchez estará pensando en lo maravilloso de repetir elecciones y poder culpar a Iglesias (sería la segunda vez) de no facilitar un Gobierno de izquierdas. Las encuestas dicen que el PSOE volvería a subir en número de votos y que Podemos volvería a desplomarse un poco más.
En cuanto a la confianza que tiene Sánchez en Iglesias se podría decir que es, más bien, escasa. Hay que recordar que la votación con la que se decidía si los diputados presos eran suspendidos, el PSOE la tuvo que sacar adelante con el apoyo de C’s y PP. Podemos votó en contra. Primera votación, primer fiasco. Y es que uno de los dos miembros de Podemos en la mesa del Congreso es Gerardo Pisarello. Este es el que quita los bustos del rey Juan Carlos I del Ayuntamiento de Barcelona y el que cuelga lazos amarillos en las fachadas.
Hace unos días, dije que eso del Gobierno de cooperación era mal negocio para Iglesias. Lo será. Y, si no tiene cuidado, le puede caer encima ‘la mundial’.
Por otra parte, Albert Rivera se ha metido en un follón de gran categoría. Si no hubiera dicho tantas cosas indebidas durante la campaña, si no hubiera decidido un giro a la derecha que tantos dolores de cabeza le va a traer, podría haber pactado con Sánchez una investidura y un Gobierno de estabilidad. Sin embargo, la única opción que le queda es esperar a que Sánchez pierda esta primera investidura y evitar elecciones más adelante con una abstención. Aludiendo a su sentido de Estado y esas cosas para justificar el movimiento.
Sánchez y Rivera no se fían uno del otro. Rivera ya se ha quitado la careta. Rivera quiere poder y todo lo que defendía al nacer C’s se ha quedado en anécdota. Ahora, se miran desde muy lejos. De reojo. Se reconocen en el ansia de poder y en la falta de escrúpulos ideológicos si se tercia. Si se repiten las elecciones, C’s cosecharía unos resultados desastrosos según las encuestas que se conocen.
Casado, que ha salido bastante bien parado después de las últimas elecciones, que teniendo los peores resultados de su historia ha conseguido una cuota de poder territorial más que estimable, prepara a su gente para un adelanto electoral o para hacer una oposición dura de verdad. Mira de lejos sin querer meterse en líos que no le corresponden y teniendo la posibilidad de tomar cualquier decisión sin que nadie le pueda criticar.
Abascal sigue oculto. Sabe que en el Congreso de los Diputados va a pintar muy poco. Y bastante tiene con que su gente no vaya haciendo el ridículo en las ruedas de prensa o criticando decisiones judiciales.
Políticos mediocres, política mediocre. Política regular, futuro incierto.