Por los campeones desde la cuna

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27 may 2015 / 16:52 h - Actualizado: 27 may 2015 / 16:53 h.
"Deportes","Sevilla FC"

Era un 23 mayo de 2004 cuando una pandilla de chavales, bufanda en ristre, aceleraba camino del Ramón Sánchez-Pizjuán. El Sevilla recibía a Osasuna con la misión de sellar su clasificación para la Copa de la UEFA después de nueve años de travesía por el desierto de Segunda y el edificio de la clase baja de Primera. El sonido atronador tras el inenarrable gol de Baptista recorrió las calles de la ciudad y propagó la fiebre de la tropa de ganadores por unos graderíos en los que se cultivó el gen de los campeones.

Aquella noche de primavera veraniega se desempolvaron los recortes de prensa de los años de dorados recuerdos para la gendarmería de irreductibles que nació en la época de pan y melón. Del Sevilla de corazón impenitente y rebelde brotó el ADN del que hoy defenderá una prestigiosa corona continental en el Estadio Nacional de Varsovia, la ciudad en la que se inspiró una de las mejores películas del cine moderno, El Pianista. Władysław Szpilman, encarnado por Adrien Brody, fue el guía de una familia que se opuso a su propio destino hasta que el corazón activó la señal de emergencia. Así ha sido y será siempre en la ideología de una pléyade de currantes que se han criado al son de un proyecto ambicioso. Sin pánico a la exigencia descomunal de un entorno inconformista y de un consejo de administración acostumbrado a engalanar el antepalco para despedir a sus ídolos de carne y hueso y afanado en abrillantar unas vitrinas sedientas de títulos.

Unai Emery ha contagiado de ambición y hambre a una cuadrilla de obreros que se han adaptado a la filosofía del vasco, puro orden y metodología. Pero en el alma de Unai reposa la sensación de custodiar la fe y los sueños de una afición con los bolsillos repletos de telarañas por dibujar un extra imposible en plena crisis. Varsovia, una de las urbes más mágicas y misteriosas del globo, será testigo de la enésima demostración de músculo y poderío del Sevilla del XXI. Del Sevilla que revolucionó a la chiquillería que enloqueció con el gol de Baptista en 2004 y que hoy, con la mayoría de edad en la mochila y 400 euros en la guantera, devorará Europa en coche para que el equipo de su alma campeone. Pero no de la forma en la que campeonaba en los Carranzas de recuerdo borroso. Porque de la exigencia y el inconformismo nació el mejor Sevilla de todos los tiempos. Y, quizás de forma inconsciente, el que cambió la vida a los niños de 2004 que hoy son adultos con hijos que han aprendido a ser campeones desde la cuna.