No entiendo cómo han mentido tanto los distintos candidatos en los dos debates, sin que esto no vaya a tener consecuencias ni siquiera en las urnas, porque llevan décadas mintiendo y siguen ahí. Todos lo han hecho. Dan datos falsos incluso sabiendo que lo son, que es ya el colmo de la desvergüenza. Lo hacen sabiendo que los millones de ciudadanos que suelen ver los debates no tienen esa información y que muy pocos medios de comunicación van a dársela. Bueno, sí, alguno lleva toda la campaña desmintiendo a Casado, pero nada más que al líder popular, quien por cierto es una máquina de dar datos falsos o poco contrastados, por no decir un mentiroso compulsivo, que me pueden castigar sin el arroz con pato de los jueves. ¿Por qué mienten? Porque no pasa nada, por eso. Hasta Santiago Abascal, el líder de Vox, que es una especie de salvador de la patria a caballo, está faltando a la verdad. ¿Qué tal si dejamos de votar a quienes mienten en campaña electoral? En las próximas elecciones, claro, porque en estas no tendríamos a quien votar. Ante la más mínima mentira, por muy poca importancia que pudiera tener, el líder de un partido se tendría que ir a su casa. ¿Se fue Abascal cuando dijo que la mayoría de los crímenes por violencia de género eran cometidos por extranjeros o que la inmigración solo nos trae delincuencia? No se fue. ¿Se ha ido Casado por las veinte mentiras, veinte, que dijo en los debates, según Ignacio Escolar, que las cuenta? Ni se ha ido ni se va a ir. Esas mentiras le van a dar muchos votos, porque de diez ciudadanos que vieron los debates, quizá uno se daría cuenta de la falsedad de esos datos poco o nada contrastados. Mentiras graves sobre el aborto, la inmigración o la economía en los gobiernos socialistas. Esto sería un buen motivo para no ir a votar o hacerlo en blanco, pero habrá que ir aunque sea para echar a los mentirosos. Pero, claro, ¿quién nos va a gobernar entonces?