La primera vez que vi mi nombre escrito en este periódico fue en junio de 1984. Firmaba un artículo titulado La juventud en el flamenco. Y hasta hoy. Treinta y cuatro años de amor apasionado, miles de artículos, entrevistas, críticas y reportajes. Más de tres décadas presumiendo de ser periodista, o lo que sea, de este entrañable periódico sevillano. Casi cuarenta años sintiéndome importante, comprando el diario cada día y poniéndolo abierto en el sofá o sobre una mesa para ver mis artículos y asegurarme de que no era un sueño. Las historias de amor no son eternas y aún no sé qué va a ser de este bonito noviazgo entre el niño que hablaba con los olivos, el de Cuatro Vientos, en Palomares, y el decano de la prensa sevillana. Lo que tenga que ser, será. Quiero pensar que El Correo saldrá adelante y que vendrán otros muchachos y otras muchachas que habrían soñado con ser periodistas y presumir de cabecera ante familiares y amigos. Lo que nadie nos va a quitar es el orgullo de ser o haber sido de este periódico. Queda dicho, por si mañana fuera tarde.