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Potros

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14 ago 2018 / 18:45 h - Actualizado: 14 ago 2018 / 18:45 h.

El buenismo que acompañó el paso del régimen franquista a la monarquía parlamentaria que –muy a pesar de algunos– sigue siendo el sistema menos malo para regir este país cainita supuso la creación de una política penitenciaria basada en la utopía de la reinserción. Sobre el papel todo es hermoso, pero la realidad es tozuda y casi siempre más desagradable.

El asunto viene a colación de la excarcelación del monstruo genocida y cobarde que ideó, alentó y organizó las matanzas de los alumnos del curso de Tráfico de la Guardia Civil en la madrileña plaza de la República Dominicana y en el Hipercor de Barcelona. Ambos sucesos permanecen en la memoria más negra de este país que concede pensiones a los asesinos para que rehagan las vidas que no merecen.

El tío se puso de chuletón y txacolí hasta el mismísimo culo para celebrar su salida del talego. Pero treinta años se antoja un tiempo demasiado corto para quién debió pudrirse para siempre en la cárcel. Se acusa de querer legislar en caliente con lances parecidos. Pero según quién; según cómo; según el color del asunto. En esta tierra hasta los muertos tienen siglas.

La verdad: se ha echado de menos una reacción del barandeo político ante la vomitiva liberación de este ser repugnante que ha sido rechazado hasta por los suyos. Eso sí es auténtica alarma social. Lo cazaron debajo de una cama y cagado hasta las trancas. Treinta años después está en la calle, sin haber pedido perdón a nadie; hasta de eso tuvo miedo. Eso sí, qué barato le ha salido matar.