Prometer que el mar no entrará en los chalés

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
06 sep 2018 / 22:30 h - Actualizado: 06 sep 2018 / 20:48 h.
"Pasa la vida"

Colectivos de ciudadanos de los principales enclaves turísticos del litoral onubense han creado la Coordinadora Salvemos las Playas de Huelva. Denuncian, con razón, los incumplimientos y deficiencias en la labor de las administraciones públicas para restituir la cantidad y calidad de arena en El Portil, Isla Canela, Mazagón, La Antilla, Matalascañas, etc., que el mar se llevó por delante en los temporales de febrero y marzo. Con más intensidad que en los temporales de años precedentes. Pero tanto las autoridades como los empresarios y las comunidades de propietarios (y en todos pagarán justos por pecadores) no dicen cuál es la verdadera salvación de esas extraordinarias playas, bien estudiadas por científicos y técnicos. Retranquear entre 50 y 100 metros la primera línea de equipamientos, hormigonado, asfaltado, paseos, viviendas y hoteles. Derribar lo que se ha urbanizado tanto en el franquismo como en la democracia llevándole la contraria a la memoria histórica del mar y el viento. Con el tabú hemos topado.

Todos los inviernos sufrirán temporales y pérdida de arena, en la cíclica dinámica cambiante de su línea de costa, con oleaje en dirección suroeste, que de modo natural acrecentaba sus deslumbrantes arenales en primavera-verano hasta que se ha topado con construcciones e infraestructuras. Y el cambio climático también entra en acción. El deshielo en el Ártico acentúa la afectación en costas de muchas regiones, una de ellas es el litoral de Huelva y Cádiz, según los expertos. Cuando en los telediarios usted vea el desastre ambiental en Groenlandia, piense que la onda expansiva también llegará a Islantilla o a Punta Umbría. En playas como Mazagón está estudiado por la Dirección General de Costas que se pierde un metro de playa al año por el cambio climático, y además de uno a dos metros por la erosión inducida por el espigón de Huelva y el puerto de Mazagón.

Bien es sabido que en La Antilla decenas de chalés visitados por los temporales sin llamar a su puerta fueron construidos hace más de medio siglo literalmente sobre el dominio público marítimo terrestre. Con la Ley de Costas de 2006 iban a ser derribados. Con la connivente contrarreforma de dicha ley en 2013 se salvaron, al igual que otras miles defendidas en Andalucía por sus propietarios como hechos consumados, aprovechándose de la pusilanimidad de las autoridades.

Las olas no votan. Los vientos no promueven recalificaciones. En el horizonte se avistan elecciones locales, regionales y nacionales. Y volverá a prometerse que el próximo año todo estará a punto en las playas a partir de las vacaciones de Semana Santa. Como si tuvieran competencias para decirle al planeta, verdadero propietario de la costa, cómo moderar el vaivén del mar cuando tenga chiringuitos a la vista.