Pubis

Image
10 feb 2018 / 20:25 h - Actualizado: 10 feb 2018 / 21:23 h.

Una piel tan sensible que se araña en cuanto se roza con lo impertinente. El buen gusto tiene límites bien definidos. Todo lo que queda extramuros conviene ocultarlo, salvo que se busque escandalizar, provocar o irritar a tan delicadas almas. Comportarse como se debe –una forma como otra cualquiera de funcionarizar la vida en sociedad– es un mandato que viste de gris limpio, se cubre la cabeza con mascota y suele mirar por encima de la punta de la nariz. Los dueños de las buenas formas suelen tener este apéndice particularmente fino y estirado, anatómicamente perfeccionado para olfatear con un solo golpe el asco y la repugnancia. Con un leve giro de su naso a izquierda o derecha, al tiempo que fruncen el gesto y entornan los ojos, señalan sin necesidad de dedo todo aquello que debería encerrase en oscuros sótanos o ser purificado entre las vivas llamas de una pira. La sociedad y sus buenas costumbres han de ser protegidas ante toda provocación gratuita. De pequeño recuerdo haber leído no pocas veces eso de la «centralita bloqueada del abc», el eufemismo de una ciudad entera escandalizada.

Los dibujos eróticos de Egon Schiele con los que se quería conmemorar el fin de siècle vienés, un tributo al llamado movimiento cultural de la Sezession, han sido prohibidos en Inglaterra y Alemania. Dicen los prefectos de la moral que va contra el buen gusto mostrar los genitales en público. Así que nada de piernas enlutadas con medias negras, nada de frondosos pubis, nada de pezones rojos como guindas, nada de cuerpos desnudos retorcidos y nada de rostros serios e impenetrables de mujer salidos de la mano de un artista hace más de cien años. Todo quedará parcialmente oculto para no arriesgar la delicada armonía moral de una sociedad infantilizada y necesitada por ello de custodios y guardianes de la fe.

De la censura siempre me interesó su otro lado, las cosas que pasan sus estrechos e interesados filtros. Tan importante es ser consciente de la existencia de lo prohibido como de que lo que vemos ha sido permitido. Al fin y al cabo el censor es soberano de todas las cosas y de todas la conciencias. Autorizar lo que podemos ver es una acción sin duda más terrible que su contraria. Somos lo que comemos, también espiritualmente.

A Berlín y Londres han llegado los carteles con dibujos de Schiele con una franja blanca en las zonas erógenas en la que puede leerse: «Lo siento, 100 años pero demasiado atrevido para hoy». Egon Schiele pasó 24 días terribles en prisión acusado de corromper a menores con sus dibujos y, aunque fue absuelto, jamás lo comprendió, fue un montaje. Pero no piensen en Schiele, artista por encima del tiempo. Dediquen tan solo un momento a lo que piensan esos sujetos de afilada nariz acusadora, pornografía pura, pero no está prohibida.