La Virgen espera con las manos juntas, entre el blanco y el celeste de las madrugadas que la anteceden. La Misericordia en Ella es un suspiro que tras todas las oraciones finales, termina con un «Ay Purísima». Son las cosas del pueblo que vio nacer a mi abuelo, donde la guerra se llevó a su hermano para elevarlo a Capitán Carmona en el callejero algabeño. La Misericordia en la Virgen es también Jesús, Rabí de la Cruz del Convento. Y ahora entienden que la sangre tira e inunda estas letras con la fuerza de lo conocido ancestralmente.
La Purísima es una expresión de amor perpetuo. Se manifiesta en la solemnidad de la mantilla de Almudena, que este año le mira a los ojos, de tú a tú, sabiendo que es su Madre, antes de haber nacido. Hay muchas como ella. La devoción es tan grande que un cardenal llegó al pueblo a coronarla y siempre recordará a la flor más bonita de esos naranjos que crecen en las riberas del Guadalquivir. Es patrona por merecimiento, por convicción y por una elegancia que pocas veces hemos visto. ¿Recuerdan que soy de allí? A medias dice el carnet invisible que todos tenemos. El pueblo engalanado para recibirla. La gente entusiasmada por pasar con Ella, por disfrutar con Ella, por ser de Ella. ¿Hay algo más grande que eso? Lección de fidelidad. Sentimientos desbordados en torno a una imagen que cuida de todos.
Hoy es domingo, purísimo domingo en La Algaba. Y más que a recordar, vengo a rezar. Y más que a pedir, venimos a dar gracias. No sé a qué hora va a leer esto. Quizás nunca lo haga, quizás vea la televisión y tenga una merecida recompensa en forma de hermosura. Quizás sea eso lo que le dé sentido a todo.
La Algaba es un suspiro que se ha clavado en el alma. Ella lo sabe y recorre la galantería de los días grandes. En la efusión de las festividades, queda el momento a solas, donde lo nuevo se apodera de todo y lo conocido, es la almohada donde reposar la nostalgia del ayer. Ayer es un hoy en la memoria, hoy es un ayer en pasado. Y este suspiro de antaño no se olvida ni se va, no se vence ni reniega. Porque no establece parámetros en los que basar un teorema.
Aquí las cosas de la Purísima son lo que son, de La Algaba. Están todos invitados a perderse en Ella. La vida es un momento celeste y blanco que nunca más se marcha, que se queda metido dentro del corazón para recordarlo siempre. Lo tenía en la sangre. Y era la verdad. Hoy suspiro por ti, Virgen Purísima.