Qué alegría vivir sintiéndose vivido

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Álvaro Romero @aromerobernal1
20 nov 2018 / 06:52 h - Actualizado: 19 nov 2018 / 09:54 h.
"Viéndolas venir"

Lo dejó escrito, después de haberlo pensado, Pedro Salinas en el poemario de amor más decisivo de toda la Generación del 27, La voz a ti debida. Vivir sintiéndose vivido, la aparente imposibilidad de la felicidad, el milagro de la comunión más intensa que es capaz de dejarnos alegres. Qué alegría. Y no solo con esa interpretación romántica de que a uno lo vivan porque piensen en uno, porque la persona amada te lleve en el corazón o en el pensamiento o donde sea y viva y haga cosas insospechadas pensando en ti de manera que tú también las hagas o las vivas, sin saberlo, sino también porque uno sea feliz al sentir que vive en los demás, en la carne de su propia carne, después de haber vivido ya, de que lo hayan vivido a uno, habiéndose desgastado incluso la felicidad propia hasta que esta se convierte en una satisfacción ajada, en una sonrisa rodeada de arrugas que la vida imprimió en tu piel...

Supongo que eso nos ocurre a los padres cuando vemos felices a los hijos, sintiéndonos vividos como se siente todo cuerpo por el que ha pasado el participio. Uno va perdiendo memoria, ingenuidad, capacidad de asombro. Pero asiste encantado a esa memoria que se va construyendo en quienes más amamos, a esa sucesión de anécdotas inolvidables que solo la pura ingenuidad de todos los principios podrá convertir en nostalgia, a esa capacidad de asombro que nos despierta la nostalgia nuestra ahora que nada nos asusta, ahora que haríamos cualquier cosa por corregirles a ellos la inocencia para evitarles el daño, salvajemente dispuestos a que vivan solo la cara buena de todas las cosas, como si no existieran esas bestialidades que también les machacarán el corazón sin que la mayoría de las veces lo sepamos, porque las luces de la vida no existirían sin las penumbras ni la dicha sin la rutina gris y los grandes desengaños.

Supongo que esa alegría de sentirse vivido tendrá mucho que ver con envejecer sin rencor, ir desapareciendo con el as en la manga de que es mentira, de que otro ser nos sigue viviendo más allá de este cuerpo que hemos ido arrastrando por la vida, de que, como dijo Salinas, “me vive otro ser por detrás de la no muerte”. Sé que no moriré jamás si creo en este evangelio. O al menos no me enteraré jamás de que me he muerto. Y eso es lo único que importa.