Que lo baile todo el mundo

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Miguel Aranguren @miguelarangurn
11 oct 2015 / 22:28 h - Actualizado: 11 oct 2015 / 22:29 h.

Las próximas elecciones al Parlamento y al Senado serán un duelo de bailes. La idea puesta en práctica por el catalán Iceta, a pesar de las críticas con mohín arrugado de su contrincante Albiol, ha sido todo un éxito. Y no precisamente porque el tal Iceta sea un exquisito en el arte de mover las caderas –evocaba a la mascota de los neumáticos Michelin, y se contoneaba como si se le hubiera colado una lagartija en la camisa–, sino porque el gesto ha gustado a la demoscopia electoral.

Después de contemplar los estudiados pasos de la vicepresidenta, un golpe de sorayismo en el Hormiguero, los asesores han impuesto a los candidatos la obligatoriedad de asistir a una academia de baile. Nacho Duato, españolísimo él, se tiene que estar frotando las manos, ¡infeliz!, pues me malicio que los gustos populares empujan a nuestros políticos a una danza menos estética.

Hace un tiempo escribí acerca de la conga de Pablo Iglesias. Coletazo va, coletazo viene, las manos en las caderas de la Carmena, todos en fila, muy ordenaditos, y a pasear entre las sillas bajo el ritmo atronador de Paquito el Chocolatero, cuyo intelectual estribillo (en un solo de trompeta, los danzarines tienen que gritar: «¡Eh!... ¡Eh!... ¡Eh!...», sin que conozcamos el motivo) obliga a detenerse para realizar un meneo bastante ordinario dirigido a quien se encuentra delante y a quien se encuentra detrás.

Si Zapatero se marchó sin escenificar un luctuoso heavy metal en compañía de sus hijas –todos de riguroso negro–, a Pedro Sánchez, al contrario, le va el desenfado de un numerito a lo Village People (le pega ataviarse como el de los cueros, que también va de guapo. Y como el pueblo no sabe bien quiénes son los que forman su equipo, ruego al lector que reparta los disfraces como guste). Y a Rajoy... A Rajoy dudo si una danza funeraria o un tango arrebatado y triste mientas, por detrás, Jose María Aznar se afloja la corbata para demostrarnos cómo se interpreta el sirtaki.

Nos queda Albert Rivera, que por joven y atezado se inclinará por el I gotta a feeling, con el que fácilmente logrará colapsar las principales avenidas de nuestras ciudades. Este es el sino de nuestra pobre España: un bailoteo allí donde habría que poner cabeza y corazón.