No sé a quién se le ocurrió la idea de programar al Niño de Elche en la Bienal, cuya programación es en muchos aspectos un disparate, pero lo cierto es que estará y nada menos que en el Lope de Vega, una especie de santuario sevillano de lo jondo. Él ya se está encargando de calentar el ambiente tildándonos a los críticos de «seres deleznables», porque no acepta críticas, solo lisonjas y peloteo. Un error por su parte, porque debería venir a demostrar, si puede y sabe, que es merecedor de estar en el mejor festival flamenco del mundo. Voy a estar en su concierto porque no suelo eludir mi responsabilidad como crítico, y estaré porque quiero ver qué es capaz de hacer en ese teatro, a pesar de que me haya deseado la muerte en varias ocasiones, por no hablar de otras cosas peores. La Bienal debería cuidar más su programación y no lo hace, como lo prueba el hecho de meter a este cantante en el Lope como espectáculo central del día, en vez de en el Central o en algún local acorde con su estilo. Habrá que hacerse un seguro para ese día, por lo que pueda pasar.