Quizás soy un tipo raro cuando digo que no reciclo por una cuestión ideológica, que el asunto del reciclado me parece un engaño y un uso de mano de obra gratis que no beneficia ni a la sociedad, ni a la naturaleza. Nos han creado un extraño sentido de la propiedad de la basura, somos «grandes propietarios de basura». Esto no fue siempre así, hubo un tiempo que el casco de cerveza era de Cruzcampo y para comprar una botella tenías que llevar el casco, o pagarlo, porque el vidrio era propiedad de la empresa, jamás se tiraba a la basura. En ese tiempo el envoltorio de plástico casi no existía y las latas eran una especie de botín a conquistar para utilizarlo en el riego de las flores. Hoy, que somos mano de obra gratis en los grandes hipermercados llenando carros, el plástico y la lata son los elementos que los vendedores necesitan para ahorrar en mano de obra y convertirnos en operarios gratis del autoservicio, dejando luego en nuestras casas ingentes cantidades de residuos de botellas, plásticos, latas, de las que nos hacen responsables de su eliminación y reciclado.
La basura la dejan en nuestras casas y nos hacen responsables de que ella exista, incluso legislan en favor de ello y gastan millones en convencernos. Y nos convencen de asuntos referidos a la corrupción, nos culpan de los agujeros de la banca, nos manipulan la información de la guerra de Siria o de los refugiados, nos venden la kale borroka venezolana como la oposición democrática. Su basura nos la dejan en nuestras casas y nos convencen de su reciclaje. Quiero devolver el casco de vidrio.